Y valió mucho la pena y la generosidad clara que Enrique González Bethencourt, director y carnavalero andante de la “Fufa”, regalara el logo primero a “los Kika”.
"...están valorados, sobremanera, los pimientos rojos en la tortilla de papas, las redes sociales, los móviles, las prisas y la inmediatez desmedida, las hipotecas..."
"...ventanas y balcones que pululan por la ciudad son, ciertamente, gratas y noveleras. Y no precisamente porque haya nadie mirando: ya nadie se asoma a los balcones ni a las ventanas...."
Perdonen que les dé la lata. Pero es lo único que me queda: hacerles caer en la cuenta, intentarlo al menos, de que hay otros caminos para expresar lo que mi ciudad significa.
Siempre el pasado nos corrige. Y eso es muy sano: significa no solo que otras personas se adelantaron a su época, sino que descubrieron los peligros claros del enriquecimiento desmedido y la vanidad que encierra crecer por crecer.
"...hay que levantar la mirada y admirar lo que se muestra: mantelerías, adornos, chalecos… que, en su conjunto y en sus colores logran mostrarse como piezas únicas...."
Las élites dirigentes siguieron viviendo la buena vida de siempre, mientras el hambre había regresado a nuestras costas emulando por segunda vez la triste posguerra civil.
Al recuperar las aceras y al sustanciarse la conversación real y directa, fuera de las pantallitas y de las redes sociales, se empezó a comprender que la existencia valía la pena.
"...la palmera que no vemos no solo levanta su presencia tranquila y silenciosa, sino que, además, realza la vetusta cara del edificio y nos lo devuelve como si nuevo fuera..."
Cuando las trincheras insuficientes fueron y las ratas pulularon por el lugar, en total libertad, habían huido hacia Sudamérica las élites políticas en submarinos nucleares camuflados.