
Nuevo día de récord de contagios, 295. La situación parece incontrolable, con una presencia amenazante del virus. La incredulidad y las dudas se adueñan de la población canaria, en un verano impropio y complicado. Mis síntomas siguen igual, sin síntomas. He aprendido que la falta de olfato se llama anosmia y que no se recupera hasta después de la COVID-19. Me siento bien, no tengo falta de aire, pero sigo cansado de estar encerrado. Ya queda menos… espero.
Hoy tengo cita telefónica con mi doctora. El día de trabajo transcurre normal, hasta que suena el teléfono. Es mi doctora titular. “¿Ya te hiciste la prueba?”. ¿Todavía estamos en ese punto? Le digo que sí, que me salió positivo. “Vale, pues son 14 días desde que te la hiciste”. “Me la hice tal día, pero en todo momento me hablaron de 10 días y no 14, ayer mismo una enfermera me habló de ese plazo”. “No, en caso de positivo son 14 días. Es así, entonces tienes que estar aislado hasta tal día”.
Hablemos de síntomas. Le cuento lo del olfato, el poco gusto y que en términos generales estoy bien. Parece estar más preocupada por el informe que está escribiendo que por mi estado de salud. Repite todo lo que le digo en voz alta mientras traquetea el teclado. “Pero mira, me quedé preocupado por los plazos. En todo momento me hablaron de diez días y no de catorce”. Le añado un caso de un positivo al que le dieron el alta con diez días de aislamiento. “Pues eso está mal hecho, son 14 siempre, entonces tienes que estar hasta tal día”. Le cuento una milonga laboral, pero me dice que si hace falta me tramita una baja. ¿A estas alturas?
Durante la conversación me aclara que no, que no me harán PCR de confirmación. “Como está la cosa no están haciendo, te aislas los días que te digo y ya está. Hablamos otra vez el viernes”. Así están las cosas, la prueba que yo me pagué les vale para tenerme encerrado 14 días desde que me hice la prueba y no desde que me aislé ni desde que tuve el primer contacto. Incluso reconocen que es por falta de recursos. Cada vez que me llama alguien del Servicio Canario de Salud se agrava mi situación, sobre todo pierdo más los nervios. No hay un criterio claro, te regatean a un lado y al otro y la sensación es que el objetivo es tenerme encerrado el máximo tiempo posible.
Mañana le hacen la PCR a mi novia. Se va a tener que trasladar porque obviamente no le dan una solución. Es obligatorio que te presentes, búscate la vida, parece ser la máxima. La situación es ridícula porque cuando se haga la prueba llevaré aislado diez días. No tiene síntomas, ni ella ni la niña, yo sigo encerrado. Es más arriesgada la exposición en un centro médico que seguir como hasta ahora. Pero así están las cosas. Mientras espera debiera estar aislada, doble aislamiento y la niña sin timón. Si sale positivo es ella quien se tendría que aislar, pero claro, yo tengo que seguir aislado y no puede venir nadie porque la niña es contacto con positivos. ¿Cómo lo hacemos? El colmo de la incompetencia y la falta de soluciones.
Suena la puerta. Que si quiero papas de San Mateo. Le contesto desde la ventana que no, gracias. Se asombra porque lleve mascarilla. Me quedo un rato pensando la situación. Los currantes que se están ganando la vida en la calle no están pensando en la pandemia salvo cuando se la ponen delante. Salen por la mañana y no necesariamente deben tener miedo. Se acuerdan cuando ven una mascarilla, un gel hidroalcohólico y funciona el priming mediático con el que nos llevan machacando meses. La situación social es desesperada, pero no tanto como podrá ser. Un segundo confinamiento, como se está planteando, no lo aguantaría nadie, se iría al garete lo poco que se ha podido recuperar. Vuelvo a pensar en la disyuntiva seguridad sanitaria – seguridad económica. No me pongo de acuerdo.
Lo cierto es que mi generación, los millenials, hemos vivido de crisis en crisis. Primero la financiera de 2008 cuando estábamos sacando la cabeza. Una leve recuperación, dicen que desde 2015 en adelante, y una leve desaceleración en 2019. 2020, con nubarrones ya per se, se presentó con una pandemia bajo el brazo y una parálisis económica voluntaria sin precedente. Otra vez los ERTEs que en breve se pueden convertir en ERE. Una situación de indefinición económica, de futuro incierto, que vuelve a lastrar los deseos de esta generación. El trabajo digno, una leve seguridad económica y el acceso a la vivienda, ya si acaso en otro momento. Podemos perder una generación entera si no sabemos gestionar la situación. Por eso hay que ser muy cuidadoso.
No digo de tirarnos sin red a producir sin atender criterios sanitarios, pero otro confinamiento sería definitivo para la economía y podría dejar en la cuneta a muchas personas. Si no morimos de coronavirus moriremos de hambre. Sigo pensando que la nueva normalidad es posible. Mascarilla, distancia, saludar con el codo, toneladas de gel hidroalcohólico y mucho cuidado con la enfermedad. A su vez, cuidado de los más vulnerables, con medidas de seguimiento especial y horas exclusivas en supermercados y centros públicos. La opción de encerrar a toda la población no puede ser de nuevo la solución. Fue necesario una vez pero no puede ser el recurso siempre.
“Secuelas para toda la vida”, dice un anuncio del Gobierno de Canarias. Mi experiencia es de una enfermedad que es menos que un simple resfriado, he estado peor con catarro que ahora. Pero no sé qué secuelas me dejará. Hay cierto mensaje alarmista para concienciar. Es una enfermedad que con complicaciones puede ser peligrosa pero la mayor parte de la población sana la supera sin mucha dificultad. Mi cabeza no está tan en la salud como en lo inmediato, en acabar el encierro. 10 o 14 días es una diferencia importante en estas circunstancias. El viernes debo aclarar todos los plazos. La doctora es hermética y no da opción a la negociación. Juraría que ya no soy contagioso, pero nadie se ve a sí mismo como un infeccioso. A propósito de eso, hoy el Comité Científico del Gobierno de Canarias propuso habilitar espacios para positivos. Pues mira, una especie de Valle de los Leprosos…
Relacionadas.
Crónicas de un paciente de COVID. ¿Por qué un diario COVID en julio de 2023?
Crónicas de un paciente de COVID. Contacto estrecho (I)
Crónicas de un paciente de COVID. El PCR (II)
Crónicas de un paciente de COVID. PCR positiva (III)
Crónicas de un paciente de COVID. Pandemia (IV)
Crónicas de un paciente de COVID. El virus no existe (V)
Crónicas de un paciente de COVID. La cuarentena (VI)
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.175