Las olas no tienen memoria
"Es verdad que al principio lo de la residencia junto a la playa no me gustó nada. Siempre he tenido como muy ventosa a Las Canteras, y eso me asustaba un poco. Claro, como soy de tierra adentro, el mar siempre me ha parecido muy frío y como por aquí las nubes ocupan la mayor parte del cielo, pues, la verdad, yo tenía mis reparos.
Sin embargo, he de confesar que estaba equivocada. Es más, ahora creo que siempre he sido del mar, de estas olas sin memoria que cada mañana de verano, de este verano suave y azul norteño, me acarician y me traen aromas y sabores distintos. No sé muy bien dónde ubicarlos, pero sí sé que son míos. No hay nubes de dolor, como le sucedía Bécquer. El sentarme en el banco me cuesta, no se vayan a creer, pero aun así hago el esfuerzo porque me hace sentir más libre, no tan encorsetada. Es verdad que ya no puedo caminar, pero aquí, sentada en el calentito banco, dialogo con la espuma blanca y en los días azules como este me ocurre lo que a Machado: la infancia se hace presente.
He de agradecerles a mis hijos, que me visitan siempre, y esto lo digo con orgullo, que me hayan regalado este paisaje, este mar de aventuras en el tiempo y este salitre en la piel que me despierta cada mañana. Que me hace sentir viva. Y entre una visita y otra se me va pasando lo que me queda de vida con anhelada ilusión, que no conoce fronteras.
"Es como si el tiempo fuera mi eterno compañero de juegos."
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