Dudosos consejos a los docentes

El acto de aceptar voluntariamente ser examinados con el objetivo de valorar sus conocimientos convierte a los docentes españoles en colectivos susceptibles de enfrentamientos internos por la falta de acuerdos a la hora de sentirse vilipendiados aquellos que no estiman conveniente acatar dicha premisa.

Una nueva incongruencia del ordenamiento puede llegar a convertirse de hacerse factible su implantación esta de dejar en manos de los profesionales normas no establecidas y no introducir un reglamento al que cualquiera de estos tuviera que someterse, en una confrontación de intereses derivados de la sospecha inmediata por parte de los docentes de que tan sólo quieren premiar a aquellos que acaten sin protestar los designios que se les ordene.

Y es que la pregunta sale a la palestra procedente del terreno escolar americano para ensalzar sus dogmas, algo que podría ser acogido si demostrara plausibles beneficios a los docentes y por ende a los estudiantes de primaria y universitarios. Aunque el riesgo de cometer imprudencias con las normas que en otros lugares se implantan como revolucionarias, traduciendo la profesionalidad y los conocimientos de los profesores según las calificaciones de sus alumnos puede resultar demasiado peligroso por la evidente falta de paralelismo en muchas ocasiones.

Si nuestro sistema educativo ya está demasiado cargado de insensateces a consecuencia de los múltiples cambios que ha sufrido según el Gobierno que en cada momento legisle, es desacertado atender cambios en la trayectoria profesional de los docentes sin un objetivo acertado que sea de oportuna relevancia y confeccionado con la ayuda del colectivo interesado; significar un pequeño retroceso en la ley creyendo que con ello se alargan los conocimientos del alumno es crear una incertidumbre tanto interna como extraescolarmente.