El lago
Después de aquel zapatazo de agua, ya nada fue igual. San Francisco Javier, el populoso barrio dormitorio, quedó justo al lado de un nuevo lago nacido al socaire de las últimas lluvias. Todo cambió. Nada quedó como antes. Inmediatamente la Asociación de Vecinos ejerció su derecho a la explotación del mismo, más que nada para adquirir recursos con los que poder relanzar y mejorar la economía de sus vecinos. Lo primero: unas pequeñas barcas de alquiler como en el Parque del Retiro.
Los del lugar, primero, y los turistas, después, emprendieron la mirada a aquel milagro de la naturaleza. Tuvo que adquirir la Asociación unos solares anexos para dar cabida a los visitantes, sobre todo, después de abierta la circunvalación. Todo iba sobre ruedas hasta que llegó la vanidad. El presidente de la asociación fue candidato a concejal y ya las tornas de las arquetas cambiaron de rumbo. La sospecha y la desconfianza se adueñaron del lago y pronto fue externalizado. Como siempre: para mejorar su rendimiento y ahorrar costes a las arcas municipales. Como siempre: la empresa del hermano del concejal fue la beneficiada.
Entonces, Perico Quintana, el más viejo de San Francisco Javier, lo dijo muy claro:
---Será mejor que la naturaleza destruya esta charca.
Para cuando eso sucediera, él ya no iba a estar allí.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.214