A las cinco de la mañana, el volandor sonó rotundo dando permiso a la Banda de Guayedra para que comenzará la Diana, la primera danza callejera del Día de la Enramada.
Se bailó hasta que llegaron las primeras luces del cuatro de agosto, y con ellas llegó el momento de tomar el caldo, una ducha rápida y con los signos evidentes de la noche de amanecida, ir a la trasera de la iglesia de La Concepción.
Poco a poco, ese entorno comenzó a llenarse de vecinos y foráneos, para esperar otro volador, esta vez, el de la Rama.
Y a las diez de la mañana, sonó de nuevo el volador y con él la danza de la Enramada, que ya recorre el pueblo con la alegría desbordada.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.145