Crímenes

Opinion

leonilocartel2015De nuevo, cuando todo el mundo disfrutaba de la fiesta, una mano criminal ha vuelto a actuar. Cuando se trata de segar una vida, no caben explicaciones. No puede explicarse, aunque se ponga mucho empeño en ello, que alguien pueda sentirse dueño de la vida de otra persona. No sé si es un problema evolutivo; entendiéndolo, cómo ese grupo de individuos de la especie que la detuvieron, sin que sus cerebros tengan posibilidad de continuar avanzando. Que aquellos, de estar presentes, puedan concebir – ni siquiera en un segundo – la muerte violenta de otra persona, no presenta entendimiento alguno. Hubo un momento, cuando la educación no tomaba en consideración tales actuaciones, que podría pensarse en el fruto de esa perversa educación. Con el paso del tiempo, con la llegada de la democracia y concebido el hecho de otro modo, no solo es reprobable sino inexplicable – si en algún momento este tipo de acción violenta la tuvo – pues no cabe alguna explicación. Salvo la de un ser desnaturalizado, indigno de ser considerado como una persona, ni siquiera como un animal; estos no actúan así.

Cuando de violencia se trata, es importante no ponerle adjetivos. Es cierto, a veces contribuye a distinguir la causa, de esa siempre execrable violencia. En este, como en cualquier otro acto violento, se iguala el resultado. No otro, sino la pérdida de vidas humanas. Aun cuando no culmine en ello, la persona objeto de tal perversa acción, acaba en una situación no compatible con la vida. Sus días, salvo que logre deshacerse de modo definitivo de todos esos malditos efectos de la violencia, seguirá sometida a una sensación de sobresalto continuo. Aguardará, porque los motivos son insólitos, cualquier exacerbación de la violencia. Su vida se limitará a una constante huida.

Por eso, cuando a la violencia no referimos, es significativo no distinguirla. Da igual, toda ella es condenable sin paliativos. Sea cual sea su origen, siempre es brutalidad, y esta no debe ser sometida al ejercicio de la razón al ser, por definición, irracional. Por muchas campañas que se desarrollen, en el sentido de acabar definitivamente con esta lacra (de la que hemos venido en denominar violencia de género), nada se alcanzará si no se erradica cualquier forma de violencia. Una sociedad, que se dice civilizada, no debe sentir ni un mínimo de comprensión por la violencia. No hay justificación, quien ejerce la violencia la va interiorizando, surgiendo de modo espontáneo en cualquier ocasión.

Regresemos al motivo de esta reflexión, este nuevo episodio de violencia con tan horrendo desenlace. Ese afán – al parecer difícil de erradicar – por confundir amor con posesión, conduce inevitablemente a actos execrables como el de La Palma. No hay relación alguna entre lo uno y lo otro, con lo segundo lo primero se desvirtúa. Hasta que no quede bien clara la situación, continuaremos condenando crímenes como el de Laura González. Esperemos sea la última, aunque sé de la dificultad de tal deseo.


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