El golpe conservador

La reunión se había celebrado, no más tomar posesión el alcalde capitalino, en el modernista kiosko del parque de San Telmo. El primer edil y los tres concejales más allegados tomaron la determinación una cálida tarde de abril: tenemos que bajarles el sueldo a la secretaria, al interventor y a todos los funcionarios. Para eso tenemos la mayoría absoluta.

Y, efectivamente, a los cien días justos de tomar posesión, el partido más conservador del mundo mundial presentó la propuesta. Ellos mandaban, ellos decidían. De nada sirvieron las llamadas al diálogo, las protestas, los escraches, los comunicados de los sindicatos. De nada.

Ahora, en cambio, han perdido el poder y han llegado las sentencias judiciales que en su momento prometieron los perjudicados. Todo lo que habían decidido en un momento de euforia se ha desvanecido judicialmente. El nuevo alcalde, el nuevo equipo, tiene que apechugar con los desmanes de los anteriores.

Hay un partido conservador en este país nuestro que cuando gobierna considera que el territorio conquistado es suyo y de nadie más; y que por tradición, casta y herencia les pertenece. Cuando pierden el poder democráticamente, los demás no lo ganan, sino que lo usurpan.

Así les va. Así nos va.