Ecos con demagogia excesiva

Opinion

juanantoniosanchez2014buenaEl hedonismo se catapulta como una de las posturas a seguir por personajes que en algunos aspectos de la vida pública actual vienen a divagar sobre asuntos varios interesantes a la opinión de la sociedad o por el contrario manejan malsanas falacias bajo la fachada de querer hacer el bien para todos por ser los únicos capaces de conseguirlo. El placer de liderar masas se ha hecho sitio en la colectividad sin importar para nada el destino de esta y tan sólo con la intención de valer para su vanagloria personal.

No se habla en los corrillos matutinos de nada que se aparte de la definición coloquial de los hedonistas, bien por su buena palabrería, la ostentosidad de su figura o el carácter antiguo dado a soltar improperios creyéndose con ello el salvador de la sociedad como nunca tuvo parangón en la historia.

Bien sean de una u otra forma la casualidad ha querido que todos se sitúen en la línea de salida con vistas a lograr el éxito y con él la subordinación de la sociedad a sus antojos cuando hayan conseguido sus propósitos.

Desconfianza es la percepción generalizada de los integrantes de la mayoría de colectivos sociales y por ende, de la ciudadanía de un país que no entiende como tras años de indolencia, aparecen profetas desmadrados queriendo llenar un espacio hasta entonces vacío; pero no conviene creer a la ligera todo lo que desde su hedonismo traman en tan poco tiempo con el fin de recuperar una dignidad de la que dicen tienen la llave de un candado tan antiguo como la oratoria de cientos de personajes que han pasado por la historia de nuestro país desapareciendo de manera instantánea a la misma velocidad que antes aparecieron en escena.

El escaparatismo de los partidos comienza a ser tan ridículo como las apreciaciones nos dicen, sin descanso para digerir el banquete a la ligera que se marcaron el pasado mes de Mayo cocinan nuevas recetas con el fin de satisfacer un egocentrismo tan ladino como narcisistas sus actos.

Sin caer en el descalabro demencial de querer añadir misticismo a sus conjeturas lanzadas al viento que más les favorezca en la travesía por llegar antes que el otro a imponer el rumbo del Gobierno se valen de la utilización nada improvisada de uno de los narcisos en un mitin con la insignia nacional, dando ostentación a un acto que hasta hace bien poco solo llenaba el clavel en la mano. Pero faltaría más, esto ha valido para hacer comentarios variopintos de oferta en un dos por tres al cuarto; no parece cambiar el tono desaprobador del Presidente poner como escenario la bandera para bajarle de la montura de que todo el mundo es extremista menos el partido que representa.

Ya no son los profetas novedosos de sandalias campesinas o los que viniendo de otros lares creen ser indispensables los que manejan el extremismo fuera del terreno acotado que mantenían los partidos pioneros de nuestra democracia y eso que la izquierda moderada que les acompañaba en la mayoría de ayuntamientos y autonomías evidencia una poco menos que imprescindible renovación desde la raíz a las puntas de su jerarquía.

Es difícil prever que pasará el próximo mes de Noviembre en las Elecciones Generales, prioritariamente sería deseable un consenso previo entre las formaciones tomando como campo de entrenamiento los pactos convenidos en las pasadas aunque, ya se sabe, todo lo que suene a cohesión a los ojos del ciudadano, resulta oposición sin razón a la parte política representativa contraria. ¿Tendremos por fin algo con lo que apoyarnos para salir beneficiados del cambio? Esa es la pregunta no del millón, sino de toda la ciudadanía española permanentemente alerta de un cambio que por ahora parece descompuesto.


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