¿Reflexiones?
Los comicios tienen sus momentos, o etapas, con su correspondiente temporalización. La campaña, o sea el periodo durante el cual quienes se presentan pueden solicitar el voto para sí o su partido, se muestra como continuidad de la precampaña, con aquella única diferencia, la de solicitar de modo explícito el voto pues, de modo implícito, lo hacían. A esta le antecede el periodo entre elecciones, que también se las trae. Ya en harina, o dicho de otro modo, con las manos en la masa, nos encontramos cómo han ido marcando hitos. Se inicia con la pegada de carteles, a partir de las cero horas. Esa especie de quedada para comenzar a dejar las calles llenas de rostros de personas perfectamente estiradas, que sabemos cuando aparecen y no cuando los eliminan.
La campaña tiene su culminación con la jornada de reflexión, también a partir de las cero horas de la víspera de la jornada en que se deposita el voto. Resulta muy singular, pues esa jornada se reserva para meditar el voto, de ahí su denominación. Durante esas veinticuatro horas y las siguientes, ya no se puede pedir el voto. Eso sí, los carteles con esas figuras humanas mirándonos con ansias de voto, permanecen durante toda esa jornada. A ver quién logra reflexionar con tantos ojos depositando su mirada sobre ti. A cualquier hora y da igual en qué lugar; salvo honrosas excepciones, ocupan un espacio bastante amplio. No hay modo de librarse de ellas, son como esas miradas clavadas en tu cuello. Esas que parecen perseguirte a donde quiera. Incluso, en ocasiones, da la impresión que se esté violando tu intimidad.
Esos carteles con su petición de voto, hecho prohibido en tal jornada, resultan una tomadura de pelo. De tener un mínimo de rigor y seriedad, durante el día podrían recoger la cartelería. De paso garantizar la limpieza posterior a los comicios. Se evidencia, no tienen intención alguna en recoger toda esa cantidad de cartón y papel, que tanto afea el paisaje, el urbano y el rural.
Aún sin recuperarte de la pseudoreflexión, aparece la siguiente tomadura de pelo en los colegios electorales. La referente al secreto del voto. A saber, se suponen las garantías suficientes para evitar que cualquiera pueda conocer cuál es tu decisión a la hora de emitir el voto. En el caso de Canarias, tres papeletas diferentes: ayuntamientos, cabildos y parlamento canario. No solo fue algo excepcional, sino que no se mantuvo en un elevado número de colegios electorales, en la mayoría de ellos. Incluso, allí donde te interesabas por el hecho, con quienes tienen la responsabilidad de garantizarla, te alegaba la dificultad. Eso sí, incapaces de buscar o hacer que la busquen, una solución capaz de garantizar la inviolabilidad del secreto del voto. Demuestra la falta de respeto hacia el electorado, pues tiempo para paliar el asunto, habida cuenta el número de candidaturas y el escaso espacio de esas cabinas de pega.
No hay dos sin tres. Como no iba a existir una tercera oportunidad para la tomadura de pelo. Así es. Se reitera en todas y cada una de las ocasiones en las que se celebran elecciones. Se trata de ese discurso ganador de todas las personas, independientemente del lugar ocupado en el escrutinio final. Elección tras elección, sucede lo mismo, aparecen con ese discurso triunfalista, en la línea de los hechos referidos: la reflexión con carteles donde se pide el voto para quien aparecen en el mismo; la del falso secreto del voto y, por último el discurso triunfalista a pesar de la debacle.
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