Y seguimos insistiendo en lo mismo aunque resultemos casinos. Y es que no se puede permitir que en un municipio como el del Gáldar, uno vaya andando por las aceras y se encuentren caquitas de perros cada dos por tres. Y menos aún, que mientras un domingo electoral se baldean las calles del entorno de la plaza, que limpiarlas hay que limpiarlas y cuantos más días mejor, en plena calle Larga, las caquitas perrunas florezcan como amapolas en primavera.
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