Un nuevo drama humano
El mar, también la mar, me ha parecido siempre un lugar de encuentro. Ese espacio común, capaz de mantener conexiones entre las personas y los territorios o, por qué no, propiciar el alimento. Desafortunadamente, posee también una componente desgraciada: configura una suerte de fosa común donde yacen multitud de personas, que buscando una vida mejor acaban topándose de frente con la muerte. Terminan sus días en el lugar donde pensaban encontrar una nueva vida.
La muerte de esas personas, da igual el número pues basta con una, hace unas semanas durante la travesía, nos debe hacer pensar sobre qué mundo estamos configurando o, en mejor medida, dejándolo establecer. No es la primera ocasión, ojalá sea la última, que sucede una tragedia de tales dimensiones. Hace algunos años, volvimos a toparnos con una situación similar. En aquella, los cadáveres llegaron hasta la orilla, a la ciudad italiana de Lampedusa, en la isla del mismo nombre. En esta, la tragedia llegó más lejos dejando los cadáveres en esa amplia fosa común en que se ha transformado el Mediterráneo, el Mare Nostrum de los romanos. Algunos, porque el mar todo lo devuelve, llegaron más tarde hasta las playas.
La tragedia acaecida trae al primer plano de la información el hecho migratorio. No solo tal, sino las causas que lo originan. Sin duda, para mantener un cierto grado de rigor, habríamos de referirnos a la diversidad de las mismas. Queda claro, en mi opinión, que el origen no es exclusivo. Al menos no en la medida de quienes, a pesar de la responsabilidad asumida, lo asocian exclusivamente a motivos económicos. Nada más lejos de la realidad, aunque en ocasiones parezca que su realidad y la nuestra estén enfrentadas.
La respuesta europea, tal y como ha venido comprobándose, lejos de solventar el problema da la impresión de agravarlo. De las reuniones habidas, de las conclusiones obtenidas, no se desprende un compromiso serio de resolución del mismo. Antes al contrario, se adoptan soluciones cercanas al intento de extinción de un fuego con gasolina. Cuando no se quiere asumir responsabilidades propias, se opta por la criminalización del hecho. Tampoco han perdido la oportunidad en esta ocasión. En lo primero que han puesto el acento es en quienes propician estos viajes sin retorno. Las mafias traficantes de personas, o en palabras del Presidente de Francia, terroristas.
No voy a dudar sobre la responsabilidad de quienes aprovechan la desgracia ajena para sacar rédito económico. Mi más agria repulsa para este tipo de personajes. Sin embargo, no son quienes tienen la exclusiva. En otras palabras, no se produce este tipo de situaciones únicamente por la existencia de esta canalla. En absoluto. Sin embargo, mientras nos entretienen con sus gruesas palabras, nos despistan de la razón principal: ¿Qué causa ese éxodo masivo, donde se pone en riesgo la vida, para alcanzar la costa europea? En definitiva, ¿Cuáles son las motivaciones de estas personas para dejar atrás todo aquello con lo que mantienen algún tipo de vínculo?
Tal vez, también las causas económicas forman parte de ello. El caos reinante en los países de origen, donde se ven sometidos a una fuerte presión, que les induce a abandonarlo, tiene sus causas en determinadas decisiones del pasado, que hoy se manifiestan en tales hechos: la huida masiva de sus lugares de origen, intentan poner a salvo sus vidas. Lo paradójico es, basta con ver lo acontecido esta semana, que sus ansias de lograr una vida mejor, alejada del foco del conflicto, acaba en un nuevo drama.
Mientras no se aborde desde la seriedad este asunto, poniendo más empeño en dar una respuesta rápida para salvar vidas humanas, no dedicando esfuerzos y recursos al sellado de fronteras, tendremos que continuar lamentando sus pérdidas. Eso sí, volverán, como las oscuras golondrinas, las élites gubernamentales a reunirse para adoptar nuevas medidas, igual de ineficaces claro. Tendremos que lamentar un nuevo drama humano.
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