No solamente los vascos se sienten orgullosos de sus ocho apellidos; los canarios para honrar a nuestros antepasados no nos quedamos atrás, es más, si es necesario ponemos los 12 apellidos de nuestra raza impura, pero con grandeza.

Todos tenemos un apellido que desciende de los canarii bautizados a finales del siglo XV, los Vega y Quintana que presenta nuestro árbol genealógico; realmente procede del matrimonio conquistador e indígena, de esos machos ibéricos que llevando la Santa Cruz desparramaron sus genes por la costa y cumbre de nuestras islas.

Para mayor riqueza, nuestra pureza se bañó de sangre lusitana, los Marreros que aportaron el margullo de nuestras aguas. No conforme con tanto esplendor, los judios conversos, los cristianos nuevos de Tenteniguada implantaron el Ramírez. Y van cuatro.

De los prisioneros franceses de la guerra de 1808, sus flujos nos hicieron acercar más a nuestro ombligo, de ahí el chovinismo canarión, los Maturier o Maturral. que impregnado de los Art Tiles de Flandes pusieron la guinda de nuestra riqueza o pureza. Y van seis.

Los normandos Perdomo, los malteses, catalanes, castellanos, los genoveses,...

Realmente no buscamos la raza pura; ni falta que nos hace para amar nuestra tierra, nuestras aguas marinas manchadas del fuel de la incompetencia.

Por apellidos, que no sea.