Salvo la opinión de algunos -o muchos- xenófobos, casi todos estamos de acuerdo en que la inmensa mayoría de los musulmanes repudian el terrorismo yihadista; que el Islam es una religión de paz, y que la convivencia entre cristianos y musulmanes no tiene por qué ser motivo de conflictos sociales y sí un ejemplo de tolerancia y respeto.
Pero, por desgracia, el hecho de que la inmensa mayoría de los musulmanes odien la violencia no es suficiente para restarle importancia a las consecuencias que al terrorismo yihadista, tiene en el mundo.
Pienso así porque las páginas más cruentas de la historia de la humanidad están escritas con el mismo guion, con el mismo argumento: Una masa conformista, escondida en el anonimato de la muchedumbre, y unos líderes fanáticos que saben cómo prender la mecha que hace estallar el orden social y la convivencia pacífica.
Seguro que no todos los alemanes eran nazis, pero, en unos momentos de crisis económica, un fanático supo prender la mecha que, bajo la quimera de recuperar el orgullo alemán, hizo que las masas estallaran refocilándose con una ideología que ocasionó uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad. Como el nazismo alemán, los rusos sólo querían unas mejores condiciones sociales y económicas, pero el fanatismo de sus dirigentes acabó con la vida de cincuenta millones de personas. Algo parecido ocurrió en China, o –sin ir más lejos- en algunas regiones patrias. Incluso sigue ocurriendo en los regímenes cruentos africanos o en las dictaduras sudamericanas. Siempre el mismo argumento, unos líderes fanáticos y un mayoría condescendiente, o al menos silenciosa ante sus desmanes.
Por lo tanto, el hecho de que la inmensa mayoría de los musulmanes no compartan el terrorismo yihadista no les quita que hasta ahora sean una mayoría silenciosa; mayoría que deben romper su silencio como profilaxis ante la pandemia del virus del fanatismo islamista que, queramos o no, se está extendiendo no sólo por el mundo islámico también por la cultura occidental.
Pero, para derrotarlos, tenemos que alzar nuestra voz de tolerancia por encima del silbido de las balas del fanático asesino yihadista.
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