En boca cerrada
Cuando tienen oportunidad, sobre todo con una alcachofa frente, abren la boca y pierden el control de sus palabras. Es como si la visión del artilugio se hiciese cargo de la organización de sus pensamientos y, por ende, del mensaje fruto de aquellos. No falla, sobre todo cuando quieren adquirir méritos o notoriedad entre sus huestes. Evitaré atribuir tal comportamiento a alguna ideología, ni mucho menos. No obstante, como a todo palo le toca su vela, habré de referirme a los dos casos más recientes. Como si compitiesen al galardón de quién es más bocazas, ambos casos se dan durante la campaña de las elecciones andaluzas. Tampoco se piense en una situación singular, tendremos oportunidad de conocer algunas más, el año se muestra bien cargado de actividad electoral pues, en breve, vendrán las locales y autonómicas; más tarde, las catalanas y, ya finalizando el año, las generales. Por tanto, no desfallezcamos si nos perdemos algo en las de ahora.
Vayamos por partes. La primera de las intervenciones, por orden de aparición, se debe al Delegado de Gobierno de España en Andalucía. Quizá cargado de emoción, tal vez movido por secuelas del pasado o, a lo peor, por un alarde de odio a lo diferente. Bueno, y por qué no, traicionado por sus pensamientos, vino a decir lo de no querer ser gobernado desde Cataluña. No quiero pensar, por el lugar en que expuso sus profundos pensamientos, que fuese el fuerte aroma de la manzanilla del lugar, pues eligió Sanlúcar de Barrameda para tan sonado disparate. Que los orígenes de la formación política (al parecer, tanto temen) fueran en Cataluña, no supone tal cosa. Sobre todo, porque quien se presenta no es el líder catalán de tal formación, sino un individuo del lugar (el líder del CIS) donde se desgañitaba para quedar bien ante sus jefes. No cabe duda, debe estar agradecido por su reciente nombramiento; sin embargo parece no haber dejado pasar los cien días, esos de gracia, para expeler la suya.
También, durante la campaña andaluza, intervino el representante de VOX mostrando su maestría en una práctica que debe ser erradicada de la faz de la tierra. Todo lo dicho, a pesar de su modo de exponerlo, no puede ser sino una forma rancia de xenofobia. Seguramente por no quedar fuera de foco, por no tener un mensaje capaz de atraer la atención del electorado andaluz, la emprendió con un reguero de majaderías propias de tiempos pretéritos. Eso sí, para corroborarlo, vuelve a hacer referencia a una presunta identidad católica de España, ya fuimos durante la larga noche de la dictadura la reserva espiritual del occidente. Se enreda, el representante de la derecha (acaso intentando rascar votos de los descontentos del Partido Popular) en una serie de cuestiones de escasa probabilidad, por no decir nula. Lo peor del caso, que con su alegato se dedica a insultar costumbres foráneas, aduciendo – debe creernos tontos – el riesgo de su implantación en España. A quienes pretende engañar con tamaña sarta de sandeces.
Da la impresión, a ver si estoy equivocado, que la intervención de Rajoy echando a Pedro Sánchez del Congreso de los Diputados encendió viejos modos y maneras, no acordes con los tiempos democráticos. Tal es así, que el titular de Defensa mandó a callar a una diputada en el lugar destinado a la palabra, es decir, en el Parlamento. En lugar de dirigirse a quien le afeó su conducta, bien pudo haberlo hecho con quienes, en la campaña de las andaluzas, se han dedicado a poner en campaña expresiones ajenas a cualquier proceso democrático. Porque ya sabemos, para algunos debe rezar aquello de: en boca cerrada...
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