¡Qué gracia!
Determinados personajes afectos al mundo de la política, no sé por qué motivo, han venido considerándose poseedores de un gran sentido del humor. Un humor un tanto caustico, por no buscarle otro apelativo más adecuado a la repercusión anímica provocada en mi persona. No es molestia lo producido, ya saben, no lo hace quien quiere sino quien puede, y ellos no lo logran. Su percepción de la gracia es fruto, sin lugar a dudas, de esa cohorte de adulación que sigue religiosamente su estela: siempre hay un roto para un zurcido.
En esta ocasión le correspondió, quizá por eso de organizar el turno de las gracias, al portavoz del PP en el Congreso de los Diputados. La chanza la dirigió a las formaciones que vienen marcando su impronta en las encuestas y, por lo tanto, descabalgando a las tradicionales, con quienes hasta ahora reparten cuotas de poder. Tal vez el miedo a perderlas, motivó sus ocurrencias. En su afán, no se percató de la facilidad con la que rebotan tales hechos, cayendo en aquello de: dime de qué presumes y te diré de qué adoleces.
Referirse a una formación política, con una pose despistada y haciéndose el olvidadizo, como si de un monólogo del Club de la Comedia se tratase, puede resultar original entre su prole política, no así al resto. Sobre todo porque no está la sartén para dar consejos al cazo, como es el caso. Hablar de las actividades económicas de los demás, cuando las propias no son lo suficientemente claras; incluso cuando acaban destrozando discos duros para incrementar la opacidad. La situación, no parece demostrar otra cosa que no sea desviar la atención de lo propio hacia lo ajeno.
No tuvo suficiente, el individuo en cuestión, con referirse a nuevas formaciones a su izquierda. También, con la misma gracia, se refirió a quienes parecen segarle la hierba bajos sus pies. Con estos aludió a tiempos pretéritos (a pesar de sus muestras de escasa memoria) y los comparó con la mascota de los mundiales del ochenta y dos. Frente a la adversidad están quienes aprovechan cualquier oportunidad. Así fue, al fotografiarse el líder del partido criticado, frente a dicho símbolo. Craso error, otro más del portavoz popular, al dar un amplio margen de publicidad a quienes quería vilipendiar.
Lo evidente, en situaciones donde la gracia está ausente, es el nerviosismo desatado en quienes se apuntan a la crítica. Participar del poder, en una cómoda alternancia con la fórmula del bipartidismo, para encontrarse por las mañanas con el resultado de encuestas escasamente favorables, no debe ser plato de gusto. No querría estar en su pellejo, la situación se les pone cuesta arriba pues saben, que perdiendo cuotas de poder, les sucederá lo propio con las influencias en otros ámbitos. Quizá las puertas giratorias se muevan en sentido contrario, y en lugar de permitir la entrada la impidan. Estoy seguro, no les hará gracia alguna.
Confiemos en sus asesores de imagen, que podrán advertirles la poca gracia que tienen. Ellos habrán de reconocer tal hecho pues, en lugar de dedicarse a los monólogos en lugares de espectáculos, se han dedicado a la política donde el aplauso, basta comprobarlo en un Pleno del Parlamento, lo tienen garantizado desde el primer instante que asoman en la tribuna, salvo el abandono masivo de los escaños del Congreso, como suelen aparecer en determinadas intervenciones. ¡Qué gracia la suya!
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