Hoy traigo la siguiente parte de mi viaje a la ciudad eterna, Roma.
La visita de este día iba a ser mucho más cultural debido a que le tocaba el turno al museo y la Basílica del San Pedro en la ciudad del Vaticano.
Ya sabemos que esta Basílica es la más importante del mundo católico porque acoge en su interior a la Santa Sede y es aquí donde el Papa celebra las liturgias más señaladas. Pero a mí, me interesaba sobre todo acudir al museo del Vaticano, situado justo al lado de la plaza de San Pedro y el cual cuenta con miles de obras en una extensa colección que se reparte por una enorme planta dentro del edificio.
Los últimos domingos de cada mes ésta entrada es gratuita al público por lo que tuve la suerte de entrar sin pagar, así que la alegría fue multiplicada por dos.
El Vaticano cuenta con innumerables joyas haciéndole competencia casi al museo Británico, ya que tienen desde las épocas egipcias, pasando por las griegas y romanas (como es obvio) y renacentistas e incluso modernistas. No tiene desperdicio ninguno.
Entre las esculturas, la que más ilusión me hizo fue el Laocoonte y sus hijos, la cual me entró en el examen de PAU y saqué una muy buena nota. La historia dice que este osado guerrero intentó alertar a los troyanos de que el caballo de Troya regalado por los griegos era una trampa, pero no le hicieron caso. Quiso quemarlo por su cuenta y como castigo, Atenea y Zeus enviaron dos serpientes que intentaron matar a sus hijos, él en su defensa luchó contra ellas pero también murió ahorcado por las mismas.
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