Suele pasar que los políticos pidan a sus adversarios lo que no hacen ellos mismos con los suyos, y prueba de ello son las actitudes con los correspondientes compañeros imputados por la Justicia. Cuando el imputado es de otro partido, se reclama el oro y el moro con ceses inmediatos, porque si no, son corresponsables de la presunta corrupción. Cuando toca a los suyos, cambia el discurso, y entonces hay que dejar actuar a la Justicia y se apela sin rubor a la presunción de inocencia que se deniega a otros.






























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