Hombre, ¡¡no al hambre!!

Opinion

juanantoniosanchez2014buenaCon Europa metida de lleno en su intento por recuperarse de la crisis económica que sufre desde hace casi una década, el problema del mundo se mantiene irreversible por falta de solidaridad de los países; el hambre asola a los más desprotegidos del planeta sin que las sociedades que se presumen económicamente más crecientes muestren algo de inquietud.

Los continuos mensajes dados por organizaciones internacionales para asistir a aquellos que mueren a diario en los países pobres no surten el efecto necesario y caen en una vorágine de excusas con las que intentar aplazar la llegada de recursos. Se precisa una cantidad aproximada de cuarenta euros para salvar la vida de un niño desfavorecido e inocente de haber nacido en un lugar en el que la esperanza de vida se considera una mera cuestión de suerte. Insultante para las sociedades modernas ver como los derechos humanos se pasean sin decoro por el paisaje deplorable al que ha llegado el hombre en su ofensiva contra la solidaridad.

Sin embargo, ahora vienen países con nuevas propuestas políticas para liderar una ofensiva contra la desigualdad social y se valen desu exitosa elección para poner trabas a los pagos que un día les hicieron. No es viable pasar a engrosar la lista de naciones endeudadas cuando quienes prestaron su ayuda ahora temen no cobrar las cantidades aportadas para salvar de la quiebra a naciones con problemas; como tampoco se puede permitir una ofensiva bélica en un continente con demasiados problemas como para tener que lidiar con la violencia desatada del hombre en su afán por recoger más poder del que precisa.

Tal dimensión ha tomado el problema del hambre que incluso 'podríamos calificarlo de holocausto cultural dada la permisividad con la cual afrontan aquellas civilizaciones más poderosas está situación. Ese pluralismo que tanto se ha puesto de moda entre los discursos demagógicos de los gobernantes brilla por su ausencia y deja en el olvido la proximidad de un agravante más a la ya de por sí, enfermedad crónica del siglo XXI que nada ha aprendido de los siglos anteriores a no ser su prolongada desidia en actuar con medidas apropiadas y alimentos para llevarse a la boca de millones de niños sumidos en el lodazal de la miseria.

El mundo se destruye por la falta de sentido común de sus habitantes ocupados en salvarse de la quema sin tomar conciencia de que tras ellos el fuego de la insensatez llegará a prenderles.


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