Los videojuegos al recreo y los libros por costumbre

Opinion

juanantoniosanchez2014buenaLas costumbres cambian y dentro de ellas comienza a ser notable el hecho de que si bien algunas vienen del progreso de las costumbres, otras sin embargo dejan al pairo caracteres y valores sin los cuales el ambiente social evidencia el descenso en la importancia de jugar con la inventiva en lugar de dar por sentado todo dentro del aumento tecnológico.

Estas pasadas fiestas navideñas han demostrado el ocaso al cual se encamina el colectivo infantil sin más ilusión que lo propagandísticamente manifestado por los aparatos de nueva tecnología que dejan vacíos de cajas los contenedores y con inusual aspecto las calles de nuestra geografía hasta ahora inundadas de balones, disfraces de fantasía o juegos en colectividad.

Todo ha cambiado en poco tiempo, las costumbres también arrastrando la invención a mínimos insospechados que dejan sin parangón aspectos antes inauditos tras un día de magia como son la llegada de sus majestades los Reyes Magos de Oriente. El pulgar se ha convertido en uno de los protagonistas principales, el único dedo necesario para manejar los mandos de una nave fantástica embutida en una pantalla con sonidos estudiados para lograr el hipnotismo sostenido en el jugador; tras este apéndice llega el dedo corazón con la rápida inserción en las pantallas de los móviles de juegos capaces de intimidar a la conversación o el intercambio de sensaciones para no molestar a quién llega en pocos instantes a pasar la siguiente pantalla con muestras de regocijo en los que la empatía brilla por su ausencia y se limita a una leve cesión de mandos para que el otro jugador siga explayándose en una nueva y arriesgada misión.

Es raro incluso, ver a los progenitores tirando del sillón de una bicicleta para enseñar cómo dar pedales para avanzar o tocar el freno con prudencia para frenar la acometida imprecisa de una marcha demasiado ligera;un balón bota solitario tras un seto al que tan solo llega un jugador a recogerlo e intentar golpearlo de nuevo con un poco más de maestría. Situaciones más bien pintorescas que han dejado un horizonte carente de expectativas para atender un cambio sociocultural aconsejable.

Los libros se sujetan a las estanterías sin una mano que les saque a dar un ligero paseo por la mirada curiosa de un niño y la locura manifiesta de los padres para quedar tranquilos con el ímpetu de los pequeños se orienta a un dispositivo con el que mantenerlos ocupados. Y es que las nuevas tecnologías han traído como consecuencia la pérdida del juego en compañía, limitándolo a un on line con alguien del que no conoces ni siquiera su verdadero nombre. El objetivo cultural de los regalos ha variado por la innovación frenética de los cambios sociales, dejando postergada la identidad colectiva de los mismos y degenerando en un ambiente desapacible y roto tan solo por el sonido de los instrumentos de nueva generación.

El precio es otra consecuencia de esté desenfreno, cuando los recursos aún están dañados por la crisis, el valor de los regalos se somete a un descalabro irracional con los ingresos familiares y por un juego de una batalla ficticia se podrían comprar cerca de cuatro libros. Leer se ha convertido en un acto impuesto por los centros escolares en lugar de en un momento de asueto para el lector y eso demuestra que según avanza la tecnología pierde fuelle la cultura a nuestro alrededor.

Poner remedio es aún posible, intentar variar de alguna forma la costumbre que se ha implantado que lleve a deformar las relaciones sociales puede significar una bajada sostenida del nivel académico de nuestros adolescentes con el riesgo acompañado en un futuro poco afortunado para la sociedad en su conjunto. Luchar contra las nuevas tecnologías es un acto irracional pero sin embargo, intentar que estas figuren como anejo inseparable a las relaciones sociales es esencial para una cultura sostenida.


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