Peatones

Que los peatones nos hemos convertido en los últimos monos de este depredador mundo de coches es una obviedad que viene a confirmar una realidad cada vez más frecuente.

Así, la obra de circunvalación de Arucas (carretera que con el tiempo se convertirá en calle primordial de Las Vegas aruquenses en un tiempo inmobiliario indefinido) nunca nos tiene presentes: somos una especie a extinguir que siempre se pregunta el conglomerado de empresas qué es eso de caminar tanto. Quizás por esa misma razón los pasos de cebra son los últimos añadidos en una obra que parece no tener fin. Se rumorea que los empresarios de los distintos comercios andan soliviantados pues ya sufren el segundo año que la obra se lleva por delante otras Navidades. En cualquier caso, una evidencia resulta clara: los caminantes nos hemos convertido en una especie humana que ya nadie protege y, sobre todo, maltratada se siente. A base de saltarse las normas impuestas, los caminantes van dando tumbos por ahí con el temor de que un aguerrido automovilista nos deje con el paso cambiado. Solo por eso vale la pena que la dirección de la obra nos tenga más en cuenta; al menos, un poquito. Digo yo!!!

Que los tiempos de ahora ya casi nadie los entiende es una afirmación que mantiene una parte de la sociedad. Debe ser que otros paseantes están acostumbrados al maltrato y al olvido. Sí, debe ser eso. Pero de lo que no cabe duda es que toda obra que se precie es un sinvivir que altera las neuronas y, con el tiempo, viene a adquirir nuevos comportamientos felizmente superados. Que los caminantes, que soportamos las obras interminables, nos convirtamos en “los eternos olvidados” habla de altanería y arrogancia. Y olvido.

Los tiempos de ahora, ni más ni menos.

Juan FERRERA GIL