Tal vez va siendo hora

Josefa Molina

[Img #10531]Cada vez que llegan estas fechas, me gusta sentarme con mi familia a ver algunas de las múltiples interpretaciones del cuento navideño A Christmas Carol, Canción de Navidad, traducida al español como Cuento de Navidad, publicada en diciembre de 1843 por el icónico escritor considerado el mejor novelista de la época victoriana, Charles Dickens.

 

Cuando mis hijos eran pequeños, optaba por la versión clásica de dibujos de la productora cinematográfica Walt Disney Productions, estrenada en 1983, con el legendario Pato Donald en el papel del avaro Scrooge, y el ratón Mickey Mouse en el papel de su empleado, Bob Cratchit, un personaje dulce y amable a quien Scrooge explota y humilla.

 

Ya con ellos adultos, prefiero visionar otras versiones más modernas como la protagonizada por el actor estadounidense Jim Carrey, quien interpreta no solo el papel del misántropo Scrooge, sino también el papel de los tres fantasmas, el del Pasado, el del Presente y el del Futuro.

 

Como saben la trama del cuento navideño, inmortal desde su creación por el escritor británico, narra la historia de un hombre egoísta y sin escrúpulos, Ebenezer Scrooge, quien aborrece a todo el mundo y en el especial a su empleado, a quien obligada a trabajar el 25 de diciembre. Durante la noche de Nochebuena y la madrugada de Navidad, Scrooge, quien odia la navidad y todo lo que significa, es visitado por tres fantasmas: Pasado, Presente y Futuro. El impacto de esta visita y lo que descubre a través de lo que le muestran las tres apariciones, provoca en él una conversión absoluta, haciendo así posible la aparición de la bondad, el verdadero milagro de la Navidad.

 

Dickens escribió esta novela durante la época victoriana, un momento en el que la sociedad británica sentía nostalgia hacia las tradiciones perdidas, por lo que se comenzó a introducir costumbres como la instalación de los árboles de Navidad, auspiciado por la reina Victoria y el príncipe Alberto, como una forma de intentar impulsar el mensaje de bondad y amor en torno a este símbolo adornado al menos por unos días. Además, a comienzos del siglo XX, comenzaron a recuperarse los villancicos, que con el paso de los años habían perdido su relevancia.

 

La infancia vivida por el autor, segundo hijo de una familia de clase media de ocho hermanos, arrastrada a la pobreza cuando el padre fue denunciado por impago de sus deudas y encarcelado en la prisión de deudores de Marshalsea, marcó sin duda la producción literaria de Dickens. El encarcelamiento del progenitor de la familia, llevó a la mayor parte de la misma a vivir con él de la cárcel, ya que la ley de la época permitía a la familia compartir celda. Sin embargo, Charles fue acogido en una casa de Little College Street y acudía los domingos a visitar a su padre en la prisión.

 

Con doce años, comenzó a trabajar durante diez horas diarias en una fábrica de betún para calzado donde ganaba seis chelines a la semana, sueldo con los que tenía que hacer frente a su hospedaje y ayudar a la familia. Esas vivencias marcaron su vida como escritor ya que dedicó gran parte de su obra a denunciar las condiciones infrahumanas y salvajes bajo las cuales sobrevivían las clases más pobres.

 

Con 25 años, comenzó a trabajar en un bufete de procuradores y posteriormente como reportero en varios diarios británicos. En 1836 contrajo matrimonio con Catherine Thompson Hogarth (1816-1879) con quien tuvo diez hijos. Por cierto, que la manera en la que el autor trató a su mujer resulta de lo más cruel, ya que intentó encerrarla en un manicomio cuando inició una relación sentimental con una joven actriz de 18 años, Nelly Ternan, cuando él contaba con 46 años. El matrimonio acabó separándose en 1858.

 

Sin duda, la querencia del autor británico hacia los relatos navideños y los cuentos de hadas influyeron en la creación de Cuento de Navidad. De hecho, Dickens perteneció a un club muy singular, The Ghost Club, El Club Fantasma, una sociedad dedicada a la investigación de fenómenos paranormales y de aparición de fantasmas, fundada en Londres en 1862. El club contó entre sus miembros a escritores de gran renombre como el propio Charles Dickens y Arthur Conan Doyle, creador del icónico Sherlock Holmes. El Ghost Club fue disuelto en la década de 1870, tras la muerte de Dickens.

 

Han pasado casi dos siglos de la publicación de Cuento de Navidad, y todavía volvemos a este clásico cuando estas fechas se acercan. En los principales cadenas de televisión y en las distintas plataformas, se emiten las diversas versiones de este entrañable relato. Sin embargo, no dejo de preguntarme qué habrá quedado del espíritu navideño más allá de llenar nuestras calles de luces, salir a comer o cenar con nuestros compañeros de empresa e introducirnos en una vorágine de compras de regalos absurda que llevan a muchas familias incluso a endeudarse para el resto del año.

 

No quisiera ser aguafiestas pero no puedo evitar pensar que los fantasmas del Pasado no dejan de asomarse a nuestros telediarios y redes sociales para recordarnos que si no cambiamos nuestro Presente arrogante, imbécil y déspota, nuestro Futuro no tendrá forma de una fantasma que nos previene sino de una Parca cruel, inhumana y definitiva.

 

Tampoco dejo de preguntarme por todas aquellas familias que han perdido a sus seres queridos asesinados por la infamia de unos cuantos matones oligarcas que utilizan el mundo como su particular campo de juegos. Estos no son fantasmas, son humanos psicópatas sin respeto hacia los derechos humanos ni hacia las leyes internacionales que vigilan por la preservación del mayor tesoro que tenemos, el derecho a la vida.

 

Más de 75 000 personas han sido asesinadas en Palestina por el genocidio cometido por Netanyahu y su gobierno criminal, con el beneplático de las grandes naciones occidentales, personas a las que parece que hemos olvidado en los últimos meses y sobre todo, en las últimas semanas, centrados como estamos en decidir qué íbamos a cocinar para la cena de nochebuena o qué vamos a regalar para el día de Reyes.

 

Sé que durante estos días intentamos ofrecer lo mejor de nosotras y nosotros y vivir en familia momentos que, quizás, durante el resto del año, no podemos vivir. Y hay que hacerlo, claro que sí. Hay que vivir estas fiestas en familia y con nuestras amistades, recordar que todavía podemos ser felices y que para ello no necesitamos ni ropa nueva ni móviles de última generación, sino justo aquello que más necesitamos y con frecuencia más olvidamos: nuestra compañía mutua, nuestro tiempo, nuestro amor.

 

Pero eso sí, sin olvidar que en muchas partes de este gran planeta que es el mundo, hay personas que no tienen nada y que fallecen en la más absoluta soledad y miseria, familias que han perdido a sus seres queridos bajo las bombas, en accidentes de tráfico o víctimas de una enfermedad. Personas que aquí mismo, en nuestras ciudades, que no tienen ni un mísero plato de sopa con el que calentarse el estómago.

 

Tal vez va siendo hora de tocar la puerta de nuestros vecinos e invitarlos a compartir nuestra mesa. Tal vez va siendo hora de apoyar de alguna manera a los que menos tienen. Tal vez va siendo hora de recobrar el verdadero sentido de la Navidad e intentar transformar el fantasma del Futuro por un ser más amable y compasivo.

 

Les deseo unas Felices Fiestas y que, por el bien de toda la humanidad, el 2026 sea un año en el que la cordura, la empatía y la generosidad vuelvan a estar de moda. Buena falta nos hace.

 

Josefa Molina

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