En la fragilidad se esconde también la fuerza
Las fiestas navideñas llegan con un sabor lleno de contrastes que todos reconocemos, entre la alegría de los encuentros y el recuerdo de quienes no están. Son entrañables, para vivirlas y disfrutarlas en familia, donde nuestros pequeños son los grandes protagonistas, donde la ilusión se multiplica y el tiempo parece detenerse. También lo son para compartir con nuestros mayores, con los amigos de verdad, con quienes han formado parte de nuestra historia personal.
Pero está la otra cara, la más silenciosa, la más honda. El recuerdo de quienes ya no están, de quienes faltan a la mesa. Es entonces cuando la Navidad se convierte en un momento delicado, capaz de reunir en un mismo instante la alegría y la nostalgia. Felices por haber podido compartir un año más, tristes por la ausencia inevitable. Y, aun así, con la esperanza intacta de volvernos a encontrar.
No siempre es sencillo celebrar. A veces cuesta hacerlo sabiendo que tan cerca de nosotros hay personas que no pueden festejar por distintas razones, porque no tienen con quién compartir, por su situación económica, porque les faltan sus seres queridos o porque la vida no les da tregua.
Unos esperan impacientes estas fechas y a otros se les hacen muy duras. Pero todos estamos expuestos a este vaivén de emociones, a este contraste que nos recuerda que lo importante no está en la perfección, sino en la humanidad que compartimos.
Quizá ahí reside el verdadero sentido de la Navidad, en comprender el valor de lo cercano, agradecer lo que tenemos y tender la mano a quien más lo necesita.
Son días que nos invitan a mirar hacia atrás con gratitud y hacia adelante con ilusión, a reconocer el esfuerzo compartido y a renovar el compromiso con nuestros valores y con nuestra comunidad.
La Navidad nos recuerda que no estamos solos, que siempre hay alguien al otro lado dispuesto a escuchar, acompañar, cuidar o simplemente estar. Que incluso en medio de la tristeza hay espacio para la luz, y que en la fragilidad se esconde también la fuerza que nos impulsa a seguir avanzando.
Por eso, más allá de los regalos, las luces o las tradiciones, estas fechas se convierten en una oportunidad para celebrar la vida y el encuentro, para ser puente entre lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos llegar a ser. Porque al final, lo que permanece no es lo que se ve, sino lo que se siente, lo que compartimos y lo que somos capaces de construir juntos
Juan Jiménez Suárez
Concejal de Vías, Obras e Infraestructuras
Ayuntamiento de Santa María de Guía
































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