Microrrelatos. Otro cuento de Navidad

Sara quería estudiar medicina para ayudar a su pueblo. Ahora solo aspira con sobrevivir.

Otra vez una bomba ha hecho que Soraya pierda a uno de sus hijos.

Fátima llora frente a la incubadora donde su cuarto hijo, de apenas 600 gramos, lucha por su vida. Comparte lucha con otros tres recién nacidos famélicos que apenas lograr respirar.

Mustapha, con apenas doce años, ya no tiene lágrimas. Se le acabaron cuando enterraba a su madre. Esta vez no fue una bomba sino un proyectil de un soldado mientras esperaban en las colas del hambre

Ahaja se limpia las heridas del fuego que se llevó la vida de su familia. Acostada sobre el suelo de su antigua escuela, mantiene la vista perdida en la nada. Las heridas duelen. Solo ellas les recuerda que todavía está vida. Ellas son ahora su única compañía.

El niño Adbul se resiste a llorar. Su cuerpo siente crecer la rabia por todas sus venas. En sus sueños no hay regalos de un hombre gordo vestido de rojo y con barba blanca. Su único sueño es sostener, cuando la barba la tenga él, un arma. Todos los días reza para que las balas no le alcancen. Anhela ganar la fuerza suficiente para sostener un cuchillo con el que vengar el asesinato de toda su familia.

Más 75 000 almas arrebatas por la infamia política y la arrogancia oligarca no podrán celebrar la llegada de un nuevo año. Mientras, en Occidente, iluminamos las calles de luces de colores y cantamos villancicos mientras decidimos cómo gastar más dinero en los grandes almacenes.

El genocidio del pueblo palestino se olvida. Estamos demasiado ocupados poniendo el mantel sobre la mesa y cubriéndolo de comida para la cena de Nochebuena.

El mundo sigue arrojando odio al mundo. También en Navidad.

Josefa Molina