
Siempre que veo la foto de los encarcelados en el Lazareto de Gando, o campo de concentración, pienso lo mismo: esos hombres nos están mirando sempiternamente y nos están hablando, incluso con música, del valor de la democracia, donde todas las ideas son posibles y pueden convivir en paz.
Por eso la imagen nunca pasará: siempre tendrá un valor añadido que, aunque algunos no lo vean, significará convenientemente. Como los tiempos de ahora son raros y convulsos, donde la dictadura vuelve a estar de moda entre los más jóvenes, los que no la vivieron, todo tiene una nueva vuelta de tuerca que incide sobre la idea general de que casi todo aspecto histórico es cuestionable. Sin embargo, hay imágenes que han venido para hablarnos continuamente y para decirnos lo deprisa que va esto.
Es cierto que ya no están con nosotros los retratados, pero no deja de ser una paradoja sus miradas, sus sonrisas, su música, sus preocupaciones y anhelos, como si verdaderamente estuvieran próximos a alcanzar la libertad. Desconocemos al autor de la imagen; sin embargo, la eterna mirada del fotógrafo llega hasta nuestros días para interrogarnos. Como debe ser.
Juan FERRERA GIL































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