Frankenstein, un personaje para la eternidad
En estos días tuve la oportunidad de visionar la producción cinematográfica de Guillermo del Toro sobre la novela más conocida y laureada de la escritora británica Mary Shelley (1797-1851). Me estoy refiriendo a la mítica novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818).
Hacer una adaptación al cine de este legendario personaje no es nuevo. De hecho, son numerosas las versiones llevadas al cine y al teatro de la obra de Shelley que han ayudado a forjar en nuestra memoria colectiva la imagen de un monstruo terrible de cabeza cuadrada, ojos saltones y dos tornillos a ambos lados de la cabeza, cientos de miles de veces reproducida, especialmente cuando se acercan fiestas como la famosa noche de Halloween.
En el ámbito cinematográfico, desde 1931 y hasta este mismo año, se han realizado diversas versiones del mítico personaje de ficción, si bien he de decir que en mi personal imaginario infantil, el monstruo encarnado por Boris Karloff de la película de 1931 El doctor Frankenstein, dirigida por el director de cine inglés James Whale, es el más que me ha impactado. La escena del monstruo junto a una niña que le ofrece una flor junto a un plácido lago... qué quieren que les diga, todavía me eriza la piel. Tras el estreno de la cinta, se realizó una secuela titulada La novia de Frankenstein (1935), dirigida también por Whale.
Sin embargo, hasta el momento, la versión que más me había atrapado, por constituir lo que me parece la adaptación más fidedigna de la novela, era la interpretada por Robert De Niro en el papel de Frankenstein en la película Frankenstein de Mary Shelley, de 1994. Pero tras visionar con mucho placer la dirigida por el mexicano Guillermo del Toro, (de quien, por cierto, atesoro en mi biblioteca personal una edición especial de la novela de Shelley anotada con introducción del mismo Guillermo del Toro. Una belleza de libro) reconozco que esta versión me atrapa de forma más personal y certera y no solo por el impacto visual de colores y ropajes de los distintos personajes y la interpretación de los personajes principales, los actores Jacob Elordi, en el papel de la criatura, y Óscar Isaac Hernández, en el papel del doctor Frankenstein, ya que, mientras la cinta protagonizada por De Niro que, por cierto, interpreta fantásticamente bien, se centra en el lado malvado y vengativo de la criatura, la versión del director mexicano profundiza en el lado más humano del personaje.
El film humaniza a un personaje históricamente demonizado y plantea el debate sobre quiénes son realmente los monstruos, fijando su atención en la reflexión filosófica sobre el bien y el mal, sobre lo moralmente aceptable: ¿es moralmente aceptable jugar a ser dios creando a otro ser? ¿qué responsabilidad tienen los creadores cuando lo creado no es un objeto inanimado sino un ser que siente, sufre, sueña y aspira a ser alguien, no algo, un ser que solo quiere ser aceptado y amado por los demás...?
Interesante dilema ético que Mary Shelley ya planteaba en su obra y que ahora, después de docenas interpretaciones de su novela, creo que ha sido por fin entendida y trasladada al mundo de la interpretación cinematográfica. Y eso es lo que hace más grande el film de Guillermo del Toro, porque el cineasta aprovecha la mítica novela para abordar temas que trascienden al fantástico monstruo.
Porque ¿quiénes son los monstruos en esta sociedad del siglo XXI que cierra fronteras a miles de personas que se juegan la vida en mitad del océano? ¿quiénes son los monstruos en una sociedad que mira hacia otro lado cuando pasa junto de una persona sin techo, cuando escucha gritos de una mujer o de una persona menor que llora al otro lado de la pared y no hace nada, cuando participa en una violación o agrade sexualmente? ¿quiénes son los monstruos cuando se envían drones asesinos sobre las ciudades ucranianas o se dispara a personas desfallecidas de hambre cuando se acercan a los puntos de recogida de alimentos en Gaza? ¿quiénes son los monstruos cuando se vive en un loft de 400 metros cuadrados mientras a familias enteras se las echa de sus viviendas por no poder afrontar el pago del alquiler? ¿quienes son los monstruos cuando se exige un nobel de la paz mientras se enarbola la bandera de la intolerancia, la xenofobia y la misoginia y se actúa como un Al Capone posmoderno?
Tenemos demasiados monstruos reales para que un personaje de ficción nos provoque ya terror. Más que miedo, lo entendemos, empatizamos con él porque todas y todos solo queremos formar parte de la sociedad y ser aceptados. Y eso no nos hace monstruos. Nos hace humanos.
Pero vamos al origen: ¿cómo surgió la obra Frankenstein o el moderno Prometeo? La obra está considerada como una de las novelas fundacionales del género de ciencia ficción y una de las más reconocidas dentro del género gótico, aunque dentro de este género, las novelas pioneras fueron, entre otras, El castillo de Otranto, escrita en 1764 por Horace Walpole, IV conde de Orford y arquitecto británico, a las que siguieron las creaciones literarias de Clara Reeve, Ann Radcliffe, William Thomas Beckfor y Matthew Lewi, todas ellas muy del gusto de los poetas y escritores del Romanticismo británico, como la propia Shelley, Walter Scott o E.T.A.Hoffmann.
Ya de por sí, la génesis de la novela Frankenstein o el moderno Prometeo, resulta de lo más literaria. Imagínense un verano sin sol ni cielo azul, con unas nubes de cenizas cubriéndolo todo. En ese marco se fraguó la historia de Víctor Frankenstein. Era el verano de 1816 y Europa estaba cubierta de cenizas tras la erupción del volcán Tambora. Mary Shelley y su esposo, el poeta romántico Percy Bysshe Shelley,hicieron una visita a su amigo, el poeta Lord Byron,que por entonces residía en Villa Diodati, Suiza. En el transcurso de la visita y con el fin de entretenerse, Byron retó a los Shelley y a su médico personal, John Polidori, a crear una historia de terror. De los cuatro, solo Polidori completó la historia y escribió El vampiro, que se publicóen 1819, que es también la primera referencia literaria de este subgénero del terror, muy anterior en el tiempo a la novela Drácula de Bram Stoker, publicada en 1897.
De aquella desapacible velada de un verano frío y oscuro nacieron dos de las obras culmen de la literatura de terror y de ciencia ficción de la literatura universal. ¡Solo dos grandes genialidades creativas pudieron gestar esta magia!
La novela de Shelley fue publicada en su primera versión en 1818. Por cierto, sin nombre de autor, con lo cual el público interpretó que el autor de la misma era un hombre y para más señas, el esposo de Shelley, Piercy Shelley, que cierto es que realizó muchas aportaciones a la obra de Mary, pero la creación y la idea fue de ella.
La historia narra las vicisitudes del científico Víctor Frankenstein, quien obsesionado con la idea de crear vida, diseña un ser humanoide a partir de restos de cadáveres pero, siempre hay un pero, aterrorizado ante el resultado de su creación, opta por abandonarlo, lo que lleva a la criatura, que toma el apellido de su padre creador, su dios, a sufrir el dolor del rechazo paterno y social, lo que desencadena una reacción de violencia y venganza que culmina en una persecución por el helado desierto ártico.
"¡Maldito creador! ¿Por qué me hiciste vivir? ¿Por qué no perdí en aquel momento la llama de la existencia que tan imprudentemente encendiste?" , pregunta desesperado la criatura al científico que, en su afán de crear vida, intenta rivalizar en poder con Dios, algo así como un Prometeo moderno, que busca arrebatar a los dioses el fuego sagrado de la vida.
Según parece el personaje del doctor Frankenstein se basó en la figura del científico Andrew Crosse, quesolía experimentar con cadáveres y electricidad. Según las investigaciones sobre el tema, Mary asistió a una conferencia del extravagante científico en 1814, donde lo conoció en persona y extrajo datos acerca de la forma en la que afirmaba crear vida a partir de la electricidad. En 1807, Crosse había empezado el experimento de creación de vida a partir de electro-cristalización de materia inanimada. Es lo que se conoce como experimentos 'galvánicos', realizados a partir de los efectos generados por una corriente eléctrica continuada.
Más allá de la ficción, la novela aborda temas muy actuales (y reales) como son los peligros de la ciencia sin control, la responsabilidad, la identidad, la soledad, el rechazo y la deshumanización. ¿Les suenan?Y me pregunto: ¿no estarán los científicos del siglo XXI jugando a ser creadores sin ética creando a seres de la mixtura de otros seres a partir de la inteligencia artificial? ¿no estaremos creando monstruos que en el futuro son pidan cuentas? ¿no estaremos creando seres nuevos a partir de fragmentos de cadáveres digitales para luego abandonarlos o, lo que es lo mismo, abandonarnos? ¿no estaremos jugando a ser dioses? ¿no despertaremos la venganza y la rabia de unos nuevos Frankenstein?
El tiempo lo dirá. Eso si los monstruos reales de nuestra sociedad, los que están aquí y ahora, con los que convivimos día a día, nos dejan vivir en paz y no quedamos todas y todos convertidos a meros personajes de ficción para el futuro de la humanidad. Meros hologramas de quienes fuimos una vez para no volver a ser.
Josefa Molina





























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