El segundo capítulo terminó en la Era de Berbique, ese respiro sagrado antes de que el terreno cambiara de carácter.
Y aquí es justamente donde retomo la historia.
Apenas comienzo a dejar atrás la Era, el sendero se inclina sin pedir permiso. La bajada por el Paseo de Los Romeros no es solo técnica: es una conversación constante entre el equilibrio, la prudencia y las ganas de dejarse llevar.
Las piernas, que venían negociando desde hacía rato, ahora reclaman atención en cada piedra, en cada giro, en cada tramo donde la gravedad dicta el ritmo.
Pero entonces aparece San Pedro.
Y como siempre, el pueblo recibe al corredor con ese abrazo silencioso de casas blancas, paredes antiguas y rostros que, aunque no siempre se ven, se sienten. Es un punto donde el alma se recoloca, donde uno vuelve a acordarse de por qué sigue avanzando.
Desde San Pedro comienza esa parte del Tamadaba Trail que nunca perdona: el interminable Barranco de Agaete.
Una recta emocional.
Un túnel de piedras, sol, polvo y resonancia interior.
Un lugar donde la mente habla más que las piernas… y donde las piernas, aun cansadas, demuestran de qué están hechas.
Cada paso en el barranco es una mezcla de lucha y gratitud.
Una batalla íntima con el cansancio, pero también un viaje plagado de historia, de paisaje y de ese eco que acompaña a todos los que han cruzado este valle.
Y así, entre respiraciones cada vez más pesadas y un horizonte que parece moverse lento, llega lo más esperado: la meta.
El final de este viaje, de esta serie y de este pequeño intento de capturar lo que significa recorrer la Tamadaba Trail con una cámara y con el corazón abierto.
Tercer capítulo completado.
Historia cerrada.
Pero la emoción… esa se queda.
Gracias por acompañarme en este recorrido.
Adolfo Aguiar
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