Tras dejar atrás los duros Hornos de Cal, con las piernas aún calientes del ascenso y la respiración intentando encontrar su sitio, el sendero comenzó a abrirse poco a poco.
Y así, casi sin avisar, apareció ante mí la Era de Berbique, uno de esos lugares donde el paisaje te obliga a frenar, levantar la mirada y recordar por qué amas este deporte.
La Era, quieta, antigua, circular, cargada de historia y de viento…
Es un punto que no solo marca un cambio en el terreno, sino también en el alma del recorrido. Pasar por aquí siempre tiene algo especial: un silencio distinto, un horizonte más amplio, una sensación de pequeñez que, curiosamente, te hace sentir más fuerte.
El psoas seguía quejándose, las lumbares seguían negociando cada zancada, pero al llegar a la Era todo ese dolor se transformó por un instante en calma. Respiré hondo, dejé que la brisa me envolviera y continué grabando, intentando capturar lo que se siente en este punto tan simbólico del Tamadaba Trail.
Porque aquí, con esa luz que solo Agaete sabe regalar, uno entiende que la carrera no es solo un esfuerzo físico… es conexión, respeto, memoria.
La Era de Berbique es ese respiro breve antes de comenzar a bajar y enfrentar lo que queda, antes de volver a entrar en la batalla con uno mismo. Pero también es un recordatorio de que estamos corriendo en un entorno que nos supera y nos acoge a partes iguales.
Segundo capítulo completado.
La historia continúa.
En el próximo: San Pedro y Barranco de Agaete
Allí cambia el ritmo, la dura bajada primero y el interminable Barranco pedregoso cambiará la historia que les contaré.
Seguimos.
Adolfo Aguiar
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