La mariposa enamorada de una estrella

Quico Espino

 
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No conocía esta historia. La leí hace unos días en san Google y me impresionó el hecho de que, a veces, los amores imposibles son menos peligrosos que los otros. Por lo menos en este caso, pues la categoría relativa a estos amores inalcanzables raya lo platónico y lo utópico. 
 
Fue lo que le pasó a la mariposa monarca que aparece en la foto que encabeza este artículo y que, siendo oruga,
 
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… ya gozaba de algunos de los colores que tendría después de la metamorfosis que debía transitar.

 

De día, siempre guiándose por el sol, le gustaba posarse sobre los tajinastes amarillos,

 

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… atraída por el color de la planta, libando su rica miel, esparcimiento que la  distrajo tanto que se le hizo la noche cuando ella creía que era la mitad de la tarde. 

 

Fue entonces, mirando al cielo, que se prendó de una estrella que brillaba más que ninguna en el firmamento.

 

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Su sentimiento cobró tanta intensidad que cada noche volaba un poco más arriba con la idea de alcanzar un día a su amor. Soñaba con la estrella y en sus sueños la abrazaba con delectación y dulzura. Eran muy felices las dos en aquel mundo onírico.

 

Cuando se lo comentó a su madre por primera vez no especificó que se trataba de una estrella del firmamento. Y por eso su progenitora supuso que se refería a una estrella de mar bañada por el sol, pulcra y reluciente:

 

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-No, mamá. Es una estrella del cielo nocturno.

 

-¡Pero hija mía! ¿Tú estás loca o qué? Tus hermanas, tus primas y tus sobrinas, incluso yo, tenemos quemaduras en nuestras alas porque nos enamoramos de lámparas, bombillas o cirios. Pero tú vas y te quedas prendada de una estrella de verdad. ¡Hay que ver qué cabecita la tuya!

 

La monarca hizo caso a su madre e intentó olvidar a la estrella, pero su corazón seguía empeñada en aquel amor, por lo cual se marchó de su casa y repitió el ejercicio de volar cada noche un poco más alto.

 

Afligida por no lograrlo, volvió al hogar y se encontró a su madre, sus hermanas, primas y sobrinas muertas por las quemaduras que habían sufrido en sus cuerpos volátiles, por lo cual concluyó que era mejor un amor imposible, una estrella, por ejemplo, que morir abrasada por culpa de lamparillas, faroles, candelas o bombillos eléctricos. Su quimérico romance tenía más beneficios y alegrías que aquellos que eran más fáciles de conseguir, más factibles.

 

Menos fácil resulta, bien podría considerarse extraordinario, que una mariposa se te pose en la mano,

 

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… que fue lo que le pasó a un amigo mío cuando estaba contemplando las cataratas de Iguazú, en Brasil. Un compañero que viajaba con él inmortalizó el momento en que el insecto, (no me gusta nada que la mariposa sea del orden de una mosca o un mosquito, a los cuales detesto) se posó sobre su dedo corazón, mientras él notaba los latidos de su órgano latente en el pecho, en las venas, la sien, el cuello, las muñecas, como pulsaciones, diástole, sístole, cavilando, tal vez, que la mariposa simboliza transformación, renovación, equilibrio de la naturaleza, libertad, crecimiento, la belleza que produce el cambio, es decir salir animoso y lozano tras superar los desafíos que entraña la vida.

 

Por otra parte una estrella simboliza la esperanza, y por todo el mundo es conocido el proverbio que habla de ella, cosa que sabía la mariposa que se enamoró de una de las figuras que relucen en el firmamento nocturno.

 

Yo, que también fui aficionado a los amores imposibles, considero que la mariposa hizo bien no enamorándose de una lámpara o de un cirio, sino prendándose de una estrella que brillaba con intensidad en la noche, a la cual ofreció todo su inquebrantable amor.

 

Texto: Quico Espino

Fotos: Ignacio A. Roque Lugo, Quico Espino, Google, Mary Carmen Saavedra Pérez y Leon Turini.

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