
Hoy me gustaría escribir un artículo bonito, lleno de cariño y gratitud hacia esas personas que llegan a nuestra vida muchas veces por casualidad y se convierten en parte de nuestra familia: los amigos.
No sé si será el espíritu navideño que ya se respira u otras cosas que han pasado en mi vida, pero estoy muy sensible y valoro mucho cada pequeño gesto que tienen hacia mí.
Los amigos en general, tengo un buen grupo de incondicionales, pero hoy, los chicos que me perdonen, quiero dedicar unas letras a ellas, a mis amigas, a mis hermanas de corazón.
Tengo amigas que cubren todos los roles que necesito un mi vida, que simbolizan todas una época diferente en mi crecimiento: están las de toda la vida, literalmente nuestras madres se veían embarazadas por la calle, compartimos guardería, colegio e instituto; están las de la universidad; están las de cuando me fui a vivir fuera; están las del trabajo; están las que conocí en foros en los que compartíamos hobbies y sí, todas son mis amigas y todas me ayudan a mantenerme equilibrada cuando algo me desestabiliza.
Tengo la ciencia, la espiritualidad, el drama, la calma, la experiencia, la tranquilidad, el sentimiento…todo repartido en diferentes mujeres increíbles que caminan a mi lado. Siempre una al lado de la otra, nadie por delante, nadie por detrás. Si brillamos, lo hacemos todas y si a una le cuesta más, las otras le echamos purpurina.
Nunca olvidaré el día de mi boda, como, ocho de ellas aceptaron vestirse de rojo mantel y caminaron delante de mía hacía el altar, otras lo vieron por videollamada llorando a moco tendido (no siempre se puede estar físicamente, pero lo importante es estar) y otras nos acompañaron sentadas entre los invitados conteniendo las lágrimas.
Actualmente, colaboro en un programa de radio, una vez en semana y justo una de mis amigas acaba de empezar a colaborar también. Esta semana estrené una sección propia dentro del programa y allí estaba ella, encarnando a todas las demás, mirándome con el orgullo de lo que sentimos que es: una hermana. Grabando en vídeo mi gran momento radiofónico, con lágrimas en los ojos, y les juro, que en su mirada las sentí a todas arroparme, todas las que por supuesto estaban escuchando al otro lado del dial.
No elegimos la familia en la que nacemos, podemos tener más o menos suerte en ese sentido. Nos enamoramos y elegimos a esa persona, pero no a las personas que vienen con él o ella. Me siento muy afortunada tanto con mi familia de nacimiento como con mi familia política. Y por supuesto, me siento afortunada, agradecida y orgullosa de la familia que he elegido.
Es importante hacer tribu, tener una red de apoyo, y la mía la forman mujeres fuertes, con carácter, emprendedoras, familiares, madres, hermanas. Sí, hermanas, mis hermanas.
Zeneida Miranda Suárez






























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