Alfonso García-Ramos y la propuesta para el Día de las Letras Canarias
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Informa el diario Canarias7 del pasado sábado que la comisión nombrada por la Consejería de Universidades, Ciencia e Innovación Cultural del Gobierno de Canarias propone al escritor y periodista Alfonso García-Ramos (1930-1980) como protagonista para la celebración institucional del Día de las Letras Canarias.
Sin duda alguna, grandísimo acierto el de la comisión (Alicia Llarena, Humberto Hernández, Isabel García Bolta, Marcos Martín Hormiga, Lázaro Santana...), personas vinculadas a la Cultura ya como profesores, creadores, investigadores o críticos y cuyas opiniones se fundamentan en la rigurosidad científica y muy amplio conocimiento del hecho literario.
Fue allá por el milenio anterior (1997) cuando la entonces Consejería de Educación, Cultura y Deportes publicó Literatura Canaria. Desarrollo del currículo bajo la impecable dirección y coordinación de Orlando Acosta Hernández. Tuve la gran satisfacción personal y profesional de colaborar junto a otros siete profesores universitarios y de instituto con dos aportaciones, cierre del libro: una, La poesía social en Canarias. Antología Cercada. La segunda, La narrativa canaria antes y después de Fetasa. Alfonso García-Ramos. Guad. (Recuerdo que tanto Antología Cercada -poesía- como Guad -novela- son obras representativas por abrir nuevos caminos en la producción literaria de Canarias, siglo XX. Por su parte, Fetasa y los fetasianos son “Un grupo de chicos raros de Santa Cruz a quienes les da por fundar un movimiento metafísico-religioso”, definición del propio novelista.)
El estudio en torno a García-Ramos y Fernández del Castillo y su extraordinaria novela Guad (1970) ocupa, precisamente, la parte más ampliada del segundo título. Por tanto, me atrevo a retrotraer (muy reducidas, claro) algunas consideraciones de casi treinta años atrás, consciente de que nuevas investigaciones podrían refutar alguna que otra afirmación, acaso varias.
1. La voz “guad”. El agua es la protagonista, aunque físicamente sólo aparece en el último capítulo como “el chorro precioso”, “agua fría, pura, limpia, inmóvil durante siglos”. Además es “el agua que recogía la sangre de los mineros muertos“, constatación de la realidad social: “Tenías que darla, cochina [la galería]. Ni con sangre pudiste guardártela. Ahora te vaciarán las entrañas y ése será tu castigo”.
Para algunos críticos la palabra es un guanchismo (‘agua’). Sin embargo, en los rigurosos diccionarios sobre nuestra variedad dialectal no figura. Me refiero al Básico de canarismos (ACL); al Histórico-etimológico del habla canaria (doctor Morera Pérez) y al Ejemplificado de canarismos (doctores Corrales – Corbella). Ante lo cual, obviamente, sospecho que podría tratarse del prefijo nominal árabe “guad” (‘río’), el de “Guadalquivir, Guadiana”… ¿Se debe la aparente confusión a que al publicar uno de sus fragmentos García-Ramos la titula Con sangre nace el agua? A fin de cuentas se relaciona con el capítulo XXI, cuando explota la dinamita en el interior de la prospección: “Ya supo que la muerte estaba dentro de la galería […] Con razón le salió mal la cuenta de los barrenos la víspera de la boda”. Las víctimas mortales fueron Marcos y Florentín, tiempo atrás encarcelado este por actividades políticas.
(Por cierto: el término “guanchismo” deriva de “guanche”, ‘individuo del pueblo que habitaba la isla de Tenerife en el tiempo de su conquista’, definición del Diccionario de la Academia Canaria de la Lengua. En segunda acepción amplía el espacio geográfico y engloba a todos los antiguos canarios. Y en cuarta, se refiere a su lengua.)
2. El compromiso ético del autor no coincide cronológicamente con la novela social española de los años cincuenta: El Jarama (1956), por ejemplo; y como cierre, Tiempo de silencio (1961). Pero está presente: “Si la galería pare, tendremos para hacernos un casucho”. Sobre la esclavización al obrero: “El aparejador no es un señorito. Discutió con el contratista y le dijo que era un crimen hacer trabajar a cuatro hombres de esta manera”. “Los jornaleros eran habitadores de covachas en los barrancos, constructores de miserables y antihigiénicas chozas en cuyas pequeñas habitaciones se hacinaban siete o más personas de distintos sexos y edades”. A la par, los explotadores se desplazan por Santa Cruz de Tenerife “en gigantescos y suntuosos automóviles americanos a los que el pueblo llama haigas”.
(Me retrotraen estos textos a las barbaries cometidas contra los aparceros durante los años 50, 60 y 70, hacinados en miserables cuarterías donde, por no haber, no había ni elemental retrete. Bien se encargó la revista grancanaria “Sansofé” -1969/1972- de denunciar situaciones análogas… hasta su obligado cierre por Orden Ministerial franquista.)
3. El calor. Muy a la manera de L’étranger (Albert Camus, 1944), novela quizás relacionada con el existencialismo y el absurdo. En ella se produce un asesinato sin explicación o razón alguna, pues no hay mínima relación entre víctima y asesino. Pero sí impacta sobre el segundo: “Toute cette chaleur s’appuyait sur moi et s’opposait à mon avance” (‘Todo este calor caía sobre mí y me impedía avanzar’). Acaso igual que en Cien años de soledad (García Márquez, 1962): “Hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dorrmitorios”.
Pues bien: los explotados de la galería en Guad también se ven impactados por el implacable sol que domina sus mentes y los atrofia: “Esos no son hombres. Son lagartos escondidos en su madriguera que cuando sacan la cabeza se ponen tontos con el sol y no piensan en cosas malas”.
4. No es una novela regionalista a la manera tradicional donde dominan la repetitiva descripción, el terruño, costumbres, usos, maneras... Incluso algunos personajes ajenos a la galería están cargados de humanidad. Así, por ejemplo, el cura de Tenesora (geografía) viste “con sotana parda, salpicada de manchas de grasas antiguas donde pegaba bien la tierra”. Es un hombre comprometido con el cristianismo, nada que ver con deanes, obispos, canónigos, lectorales o beneficiados… Así, cuando otea el horizonte desde el pueblo, concluye que la tierra puede ser un camino para llegar a Dios: sublima el paisaje, lo eleva a categoría casi mística.
5. La técnica. Incorpora García-Ramos con gran acierto y precisión ciertos recursos técnicos (a la manera de Proust, Faulkner, Dos Passos, el “nouveau roman”…) ya presentes en la narrativa europea y americana desde decenios atrás e introducidos en España a partir de los años sesenta: fue Martín Santos en Tiempo de silencio quien abrió los nuevos caminos. Se trata de la llamada “renovación de las técnicas narrativas”, es decir, narrador en primera persona, utilización de la segunda persona gramatical con valor de primera, abandono de lo omnisciente…
Guad, en fin, es una gran obra. Al autor, en opinión del doctor Salvador Caja (1971?), “hay que echarle de comer aparte”.
Nicolás Guerra Aguiar






























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