![[Img #32956]](https://infonortedigital.com/upload/images/10_2025/4918_juan-ramon-hernandez-valeron.jpeg)
Se ha escrito mucho sobre el autor del Quijote en casi todos los idiomas, y me imagino que su vida ha sido llevada en numerosas ocasiones al cine y a la televisión, y lo más probable sea que se haya hecho alguna que otra adaptación teatral.
Si bien es verdad que apenas se conocen datos documentados de la infancia y adolescencia de Cervantes, tal es la precariedad documental que no permite asegurar nada con certeza, también es cierto que existe documentación fiable de su vida a partir de los diecinueve o veinte años hasta su muerte. Pero mi intención no es comentar la biografía de nuestro escritor más ilustre, sino de hacer una breve parada en los cinco años y medio que pasó cautivo en Argel.
Y lo he traído a colación porque este verano Cervantes ha sido noticia por partida doble: han coincidido en el tiempo el ensayo de Antonio Muñoz Molina, “el verano de Cervantes”, y la película escrita y dirigida por Alejandro Amenábar, “El cautivo”.
La obra de Muñoz Molina se centra especialmente, o totalmente, en analizar el relato que, con el tiempo, dio la vuelta al mundo y se convirtió, con palabras de hoy, en un superventas. Muñoz Molina, con su estilo claro, sencillo y riguroso, nos va desgranando las aventuras de D. Quijote y Sancho por las áridas tierras de Castilla, deteniéndose a analizar los pasajes más sobresalientes, al tiempo que nos relata sus continuas lecturas a lo largo de los veranos de su vida. Sobre este asunto publiqué un artículo que titulé “El verano de Cervantes y de Muñoz Molina”. En dicho libro el autor apenas tocó el asunto del cautiverio en Argel, salvo un pequeño pasaje que cuenta uno de sus personajes secundarios.
Amenábar, el guionista y director de cine, centra su película, como su nombre indica, “el cautivo”, en los cinco años y medio que pasó Cervantes prisionero en Argel, en los intentos de fuga, todos frustrados en el último momento, y en el transcurrir del tiempo de su cautiverio, haciendo especial hincapié en la relación muy cercana y familiar con su amo al cual servía y del que se conocía sus inclinaciones homosexuales. Por tanto, la coincidencia en el tiempo del libro y la película ha servido para que se hable, una vez más, con ojos actuales, de nuestro escritor más universal.
Seguramente, en este mundo nuestro de hoy, tan centrado en la imagen, habrá llamado mucho más la atención la película de Amenábar que el libro de Muñoz Molina. El cine, y más si se trata de Amenábar, tiene más poder de convocatoria que la del escritor, a pesar del reconocido prestigio de este último, pero ambos acontecimientos culturales han servido para llenar páginas enteras de periódicos, revistas y programas de televisión.
El hecho no me ha sorprendido sobremanera, pero sí es cierto que me ha llamado la atención todo el ruido mediático que ha surgido en torno a su nueva película. Y no sé bien a qué atribuirlo. No tengo muy claro si es porque se estrenó en septiembre y los medios de comunicación no tenían mucho de qué hablar, pues estaba empezando el curso político y nuestras señorías bostezaban amodorrados aún por las pasadas y merecidas vacaciones; porque agosto es un mes inhábil a todos los efectos, o porque la vida laboral empieza a rodar a partir de septiembre.
No lo sé, el caso es que la ciudadanía necesitaba un estímulo que la pusiera en marcha, y ese estímulo llegó de la mano de nuestro director de cine, primero presentándonos la buena nueva y después alimentando el morbo que todos llevamos en nuestro ADN, ya que en la película se resaltan las relaciones homosexuales de Cervantes que, según Amenábar, no se las sacó de la manga, sino que son un tema que encontró en los libros de historia. La polémica está servida. Ríos de tinta y comentarios de todo tipo seguirán siendo noticia hasta que el tiempo, que todo lo puede, los cubra con su suave manto y la opinión pública preste atención a otras cosas.
En el momento de escribir este artículo, los ecos se van apagando lentamente con el paso del tiempo. Atrás se han ido quedando las opiniones y reacciones del público, los comentarios y las críticas sobre “el cautivo”, el entusiasmo de aquellos que la han alabado sin apenas ponerles objeciones, y las de los otros que dicen que les ha decepcionado, que podría haber aprovechado el director para hacer algo más.
Y están también los de aquellos que ponen el énfasis, no podía ser menos, en las escenas eróticas entre dos hombres, aunque otros insisten en la falta de documentación existente que pruebe los hechos. Y Amenábar se defiende diciendo que lo que él quiso hacer es un ejercicio de libertad creativa de lo que entiende que pudo pasar.
Y yo, espectador poco ilustrado y leído, opino como Rey Hazas y Sevilla Arroyo, autores del pequeño libro de la editorial Alianza Editorial titulado “Cervantes. Vida y literatura”, un pequeño pero sustancioso ejemplar de apenas cien páginas, recomendado por mi buen amigo Teto, el eficiente responsable de la biblioteca de Carrizal, en el que los autores dicen lo siguiente:
…”Porque, en el fondo, ¿qué más da? ¿Qué más da que Cervantes cayera en el “pecado nefando”, de haber hecho “cosas viciosas y sucias” y de haber tenido “trato y familiaridad” con los musulmanes? No hay contradicción ninguna en que Cervantes fuera “un campeón de la libertad” (por sus continuos intentos de fuga) y, al mismo tiempo, simplemente, “un hombre que lucha por su vida”, aunque para ello tuviera que haber aceptado alguna relación homosexual”.
Eso mismo digo yo: ¿qué más da? ¿Qué más da, vista con ojos de espectadores del siglo XXI, que haya tenido una relación homosexual? ¿Qué más da? ¿Por qué tanto ruido? ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo una sociedad mojigata e hipócrita que se detiene en un aspecto tan banal?
Seguramente, diga lo que diga mi respetado y oscarizado Amenábar, lo que habría que decir es que nosotros lo comprendemos, porque al fin y al cabo él “es un campeón de cine” y, al mismo tiempo, simplemente, es “un hombre que lucha por su vida”, (es decir, se gana la vida haciendo cine) como hizo (sin que haya documentos que lo avalen) Cervantes. Pues eso, no le demos más vueltas.
Lo malo es que con todo el revuelo que se ha armado con la película, el ensayo de mi admirado Antonio Muñoz Molina ha quedado en un segundo plano. Yo espero que, apagados los ecos de la misma, los lectores vuelvan los ojos a las librerías y adquieran un ejemplar de “El verano de Cervantes” y se sienten a disfrutar de su lectura, prestando atención a las sabias palabras de D. Quijote y riendo con las ocurrencias del fiel escudero, mientras ambos cabalgan por los caminos de la Mancha buscando fama y provecho.
Juan Ramón Hernández Valerón.
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