![[Img #22821]](https://infonortedigital.com/upload/images/11_2024/8809_fabian-cubasavila.jpeg)
No hay que preocuparse siempre por el hecho de que la sociedad o algunas personas de nuestro entorno nos tachen de cosas horribles. Habrá veces que uno sepa si ha hecho algo erróneo. Otras, quizás muchas, en las que uno no sepa ni cómo ni porqué lo critican. Para este último caso, lo mejor es la retrospección y la autoevaluación sincera, ponernos en el lugar del otro. Una vez hecho eso, si la conclusión es que hemos actuado conforme al bien común, dando lo mejor de nosotros mismos, solo nos queda deducir que la opinión negativa de dichos individuos se debía a la conveniencia.
Cuando no sabemos por qué alguien actúa como actúa, cuando no entendemos por qué una mentira o bulo persiste y crece, cuando no encontramos la lógica detrás de una injusticia, en ese momento probablemente estemos ante la sombra de la conveniencia.
Las acusaciones a causa de este mal, tanto personales como profesionales, no hay que tomarlas en serio, pues no son constructivas y solo buscan algún interés para la persona que las lanza. La mayoría se deberá a que son tu oposición o tus contrincantes en una competición. Probablemente la envidia hacia tu pareja, tu puesto, tus logros o la imagen que el resto tiene de tu vida. Son muchas las máscaras con las que la conveniencia acude a los bailes.
La normalidad, lo bueno, lo malo, lo justo e incluso lo coherente se han visto relegados a veces a un segundo lugar frente a la conveniencia. Lamentablemente, en la historia predominan las veces en las que lo conveniente era a favor de una minoría poderosa o de una gran potencia imperialista. No obstante, la conveniencia es buena cuando conviene, valga la redundancia, al bien común.
El objetivo de este artículo es precisamente ensalzar esta palabra en sus aspectos más positivos, a conveniencia de todos. Qué culpa tendrá ella, y muchas otras palabras, de que constantemente las usen para referirse a las malas acciones de un tirano, de una persona egoísta o de situaciones sin remedio.
Hay que recordar que hubo pueblos que se levantaron y se revolucionaron porque les convino hacer huelgas de hambre, alzar las voces e incluso los puños, para poder conseguir derechos y libertades. También, hubo científicos que se enfrentaron a un mundo plano de cabezas planas, porque les convino investigar y saciar su sed de verdad. Cómo olvidar a los enamorados, que burlaron familias y religiones, porque les convino ser felices con la persona a la que amaron.
Por si les ocurre como a mí y la conveniencia les suena de primeras a hechos negativos, recuerden los anteriores ejemplos. Muchas palabras tienen dos o más caras, son hecatónquiros que se muestran amables o fieros en función de la oración donde sean colocados.
En el presente frenéticamente cambiante en el que vivimos, donde palabras que uno amó, como ‘libertad’, están de repente asociadas a algo temerario, hay que armarse. Armarse del mayor número de vocablos para que no nos quiten la voz y la expresión. Usemos positivamente, a favor del progreso, la diversidad y la humanidad, todo el vocabulario que sea necesario. Defendamos la lengua que nos ha hecho llegar hasta aquí.
Las palabras que pueden formar discursos de odio o de amor, de unión o división. Como decía Ramón Campoamor, “en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.”. No dejemos de usar términos que sirvan para construir, solo porque se estigmaticen. Puesto que si hoy “conveniencia” se relaciona con algo malo, quizás mañana lo malo sea “política” y puede que pasado mañana lo malo sea “democracia”; y esto no nos conviene a nadie.
Fabián Cubas Ávila
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.121