Latido
La casa empapada de soledad y de silencio me aguarda cada día y observa mi deambular por ella. Transito los caminos de la memoria y de la nostalgia en un vano intento de recuperar sus queridas voces, los ruidos familiares, los olores y el calor del hogar; las risas y la alegría.
Deseo imposible de recuperar la infancia y la juventud para volver a recorrer los mismos caminos y vivir la vida compartiéndola de nuevo con ellos. Recuerdos indelebles del alma, del corazón, de las vidas que latían con la fuerza del amor.
Sentir los latidos de la madrugada que se presentan como los truenos en la tormenta. Creer que seguir siempre adelante y mirar hacia adentro, hacia lo que somos, quizás un reflejo de ellos: un gesto, una mirada, el timbre de voz, la cadencia de las palabras, puede ser mejor. Ser feliz porque ellos están perennemente en nuestros recuerdos, en nuestro pasado y en nuestro presente, en la vida que compartimos durante el tiempo que nos tocó. Eso está bien, todo está bien y donde debe estar.
La aceptación es el paso siguiente. La serenidad, el equilibrio, la paz es el premio, y saber que el hogar está dentro junto con el amor compartido y vivido, y eso la fea muerte no lo podrá arrebatar.
Carmen María Ferrera Gil





























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