La Argentina de Milei

Juan Ramón Hernández Valerón.

[Img #32956]En mi juventud, Argentina siempre fue para mí un país icónico al que algún día visitaría. Me llamaba poderosamente la atención su forma de vida, sus escritores, su cine, sus cantantes, su rico folklore y, en general, todo lo que representaba su cultura. Argentina era mi segunda patria sin tan siquiera conocerla.
 
Tendríamos dieciocho o diecinueve años cuando escuchábamos las canciones casi narradas de Facundo Cabral, aquel “juglar” argentino que murió asesinado en Ciudad de Guatemala unos treinta años después, al ser confundido con un empresario  vinculado al narcotráfico. Su “no soy de aquí ni soy de allá” marcó un hito en la historia musical y fue coreada por miles de ciudadanos de todo el mundo. Nos encantaba escucharle cuando, acompañado de su guitarra, contaba historias que encerraban pensamientos tan profundos sobre la vida.
 
También tuvimos la suerte de escuchar las canciones de Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui,  Jorge Cafrune y Horacio Guarany, este último con su preciosa y revolucionaria canción “si se calla el cantor” que cantábamos una y otra vez, ya que si callábamos “callaba la vida, porque la vida misma es todo un canto”.
 
Desde aquella juventud, hoy tan lejana, Argentina estaba muy presente también en nosotros por sus escritores. Leía a José Luis Borges; admiraba y sigo admirando algunos relatos de Julio Cortázar, aunque aún no he emprendido la lectura de su novela para mí más complicada: “Rayuela”, que me he propuesto abordarla en los primeros meses del próximo año, como un propósito adelantado que se hace siempre por Fin de Año.
 
Siempre me ha llamado la atención el cine argentino. Las historias que se cuentan me parecen estupendas, creíbles y muy bien interpretadas. Admiro a un actor por encima de los demás, aunque es cierto que conozco solo a unos cuantos. Ricardo Darín me parece uno de los mejores. 
 
Me gusta todo eso de Argentina y algunas cosas más, como, por ejemplo, el poema que se convirtió en símbolo nacional titulado “El gaucho Martín Fierro”, de José Hernández, del que nos aprendimos algunas estrofas que se nos olvidaron con el paso del tiempo, pero quedó para siempre en nuestra memoria la primera de ellas:
 
“Aquí me pongo a cantar, /al compás de la vigüela /que al hombre que lo desvela/ una pena extraordinaria, /como la ave solitaria /con el cantar se consuela”.
 
Sin embargo, existen otras cuantas cosas que me desagradan de Argentina. Me disgustan sus dictaduras, así como las de cualquier otro país. Viví en la distancia, a través de la prensa, la radio y la tele, además del cine, las últimas dictaduras del país, sobre todo la de 1976/1983, que coincidió en mi vida personal con la terminación de mis estudios y mis primeros años de casado. Al decir de los analistas fue la más sangrienta, que comenzó con un golpe militar que derrocó a María Estela Martínez de Perón y continuó con los sucesivos gobiernos militares de Videla, Viola, Galteri y Bignone, que tanto impacto tuvo en nuestros primeros disfrutes democráticos españoles en los que la libertad era uno de nuestros bienes más preciados.
 
Odio la miseria y la desolación galopante de un país que fue tan próspero y que tanto nos ayudó. Lamento profundamente todos sus males y sueño con ver algún día todo el esplendor que tuvo antaño. Me angustia, como ciudadano del mundo, su empobrecimiento paulatino, sus corralitos, su merma de libertades, consciente de que en cualquier momento nos puede pasar a nosotros.
 
Y no me gusta, especialmente, lo que está pasando en Argentina en los dos últimos años, con la llegada de Milei, el de la motosierra, el gracioso al que algunas le ponen medallas por recortar derechos fundamentales a sus ciudadanos.
 
Por todo lo expresado, no es agradable, nada agradable para mí, leer los resultados de las Elecciones Legislativas celebradas el domingo, 26 de octubre. Y aunque aún faltan dos años para las Elecciones Generales, las celebradas el pasado domingo han supuesto un triunfo considerable para el actual presidente argentino, ya que, debido, al parecer, a la ayuda económica prometida por Trump, los votantes han decidido seguir apoyando su gestión, cosa que, como no encuentro el adjetivo adecuado para definirlo, me quedo por ahora con el de “inquietante”.
 
 Después de leer las opiniones de algunos especialistas de la información que tratan  de explicar  lo sucedido, me acordé de la canción titulada “No llores por mí, Argentina”, interpretada por Paloma San Basilio. La escuché una vez más, concentrado en su letra y en su música. Siempre que la oigo siento como un desgarro en el corazón, me pone algo melancólico, no sé definirlo mejor, pero me gusta escucharla. Así de simples o de complicados somos algunos seres humanos.
 
Tratando de sobreponerme a la letra y a la música, me pregunto: ¿qué les pasa a los argentinos? ¿Cómo es posible que, conociendo las tropelías que ha hecho Milei, le sigan votando. ¿Qué les está pasando a los ciudadanos del mundo? ¿A tal punto de “desilusión” hemos llegado que no nos importa quién sea el que nos gobierne? ¿Somos conscientes de las consecuencias que traerán, más pronto que tarde, nuestro “pasotismo”, nuestro mirar para otro lado? ¿Lo lamentaremos después porque tuvimos la solución en nuestras manos y no hicimos nada para revertir la situación? ¿Volveremos a tropezar de nuevo en la misma piedra?
 
Por las señales que van apareciendo en el camino, estamos abocados a caer de cabeza en el mismo abismo de épocas pasadas. Y el llanto no va a poder remediarlo, por muchas lágrimas que derramemos y por muchos golpes de pecho que nos demos. Nada más puedo decir en estos instantes (un día después de las Elecciones Legislativas celebradas en Argentina) porque estoy como en estado de shock. No puede seguir pasando que uno pueda más que unos cuantos y que esos cuantos lo olviden fácilmente.
 
Hoy lloro, como Paloma San Basilio interpretando la canción, por Argentina y por los argentinos. Y mi llanto se traduce en estas breves líneas que estoy compartiendo con ustedes. Lloro por lo que se avecina, porque Argentina ahora, con la ayuda de Trump, que le ha ofrecido a Milei veinte mil millones para que siga echando gasolina a su motosierra, ha dado un paso más para depender de los Estados Unidos. Sudamérica y toda la región del Caribe sufrirán las consecuencias. 
 
Ojalá me equivoque.
 
Juan Ramón Hernández Valerón.
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.3

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.