Microrrelatos. Reverencia a la esperanza

Nunca pierdas la esperanza, se repite una y otra vez la actriz de teatro siria Fátima Ghada, mientras camina deprisa por las calles de un Londres nocturno y lluvioso que se le antoja tan irreal como fantasmagórico. 

 

Recién llegada, vestida de negro, despeinada, tal como estaba en su país, donde era una celebridad, viene huyendo de la guerra, y tiene el corazón partido por el dolor y el espanto del que pudo escapar y que sigue royéndole el sentido. 

 

Todas sus posesiones van con ella. No lleva dinero suficiente para pagar una habitación, pero una corazonada le dice que su suerte puede cambiar esa noche. Entonces aligera el paso rumbo al Fortune Theatre, en cuyo elenco cuenta con un amigo con el que contactó nada más arribar al aeropuerto de Gatwick. 

 

Ante la puerta del teatro, su presentimiento la vuelve a asaltar: algo bueno va a suceder. Una sonrisa, la primera desde hace tiempo, se dibuja en su rostro al ver aparecer a su amigo, el cual la abraza efusivamente y la conduce de seguido hacia el pasillo central del patio de butacas. 

 

El telón está cerrado y ella se admira de la belleza de la sala mientras se van acercando al escenario. 

 

Entonces, de pronto, se abre el telón y da paso a una oscuridad total, en medio de la cual empiezan a sonar clamorosos aplausos. Surgen luego, bañados por una luz cenital, todos los miembros del elenco, sonrientes, amables, ovacionando a la actriz. 

 

Tras ellos, al fondo del tablado, aparece un letrero luminoso en el que se puede leer: “Ésta es tu casa. Te admiramos, Fátima Ghada”. 

 

La emoción puede con ella. Las lágrimas brotan de sus ojos cual manantial. Llora toda su pena antes de comenzar a llorar de alegría. 

 

A continuación mira cariñosamente a sus futuros compañeros de teatro, repite la palabra “gracias” incontables veces y hace una reverencia teatral a la esperanza.