Hay grupos que van más allá de solo tocar notas: arman pueblos enteros, conectan generaciones y transforman la música en un mapa emocional de quiénes éramos y en quiénes nos vemos ahora. Los Cochineros de Ingenio forman parte de esa estirpe legendaria. Surgieron como una parranda de amigos allá por los sesenta, y su historia se consolidó alrededor de 1971, cuando dieron su primera actuación oficial en el Casino de Ingenio. Más de medio siglo después, en marzo de 2025, recibieron el Ingenio de Oro y una distinción del Cabildo de Gran Canaria por sus 54 años de trayectoria y contribución al folclore canario, reconocimientos que coronan décadas de fidelidad a su tierra.
El timple resuena como si intentara despertar las paredes del Casino de Ingenio. Estamos en junio de 1971. La madera de los instrumentos vibra bajo las manos de unos chavales nerviosos pero contentos: los hermanos Sánchez, los Bravo, los González, los Monzón, Pepe Romero, Nicasio Sánchez y Francisco Espino. Nadie se imaginaba que esa parranda improvisada, solo una unión de amigos con ganas de cantar, daría pie a un grupo que hoy, más de cincuenta años después, sigue llevando Ingenio por bandera, un estandarte hecho de raíces profundas y una pasión que no se apaga.
“¿Y si arrancamos con un aire de Lima?”, pregunta Manolito Sánchez, afinando la guitarra. “Tú empieza a tocar y el pueblo te sigue”, contesta Jacinto Bravo, con una risa que se funde con el murmullo ansioso del público.
Ese fue el comienzo, una chispa que abrió las puertas a la historia de un grupo que no solo cantaba, sino que construía comunidad, tejía amistades que duran para siempre y recogía la memoria de un pueblo en cada acorde que vibra, en cada nota que suena como un eco eterno del alma canaria.
En esa primera etapa, Los Cochineros eran un grupo de amigos y vecinos que compartían el gusto por la música popular y el deseo de mantener vivas las sonoridades de su tierra. Entre los fundadores estaban los hermanos Manolito, Diego y Rafael Sánchez; los hermanos Jacinto y Nicolás Bravo; los hermanos González, Antonio, Jacinto, Juan y Basilio; los hermanos Monzón, Juan y Manuel; además de Pepe Romero, Nicasio Sánchez y Francisco Espino.
Juntos formaron una verdadera hermandad musical, hombres sencillos que hicieron del timple, la guitarra y la voz un lenguaje común, un puente entre el pasado y el futuro. Ninguno se imaginaba entonces que esa aventura parrandera se convertiría en un símbolo de Ingenio y en una referencia para toda Gran Canaria. Su credo fundacional no era nada pomposo: surgió al calor del trabajo, de las faenas compartidas, de las sobremesas y de las noches en las que cantar era la forma más directa de celebrar la vida. El nombre, “Cochineros”, rescata la imagen de aquellos hombres que criaban y vendían cochinos, un oficio con olor a barro y a sol que, con el tiempo, se transformó en símbolo de identidad local, un emblema de arraigo que evoca la tenacidad de un pueblo forjado en la tierra y el sudor. Ese vínculo con las raíces hace que cada concierto sea algo más que un repertorio: es un rito comunitario donde la tradición se renueva en cada voz y en cada cuerda pulsada, un testamento vivo de resiliencia cultural.
El espíritu de los Cochineros
Este espíritu de arraigo y celebración se mostró con fuerza en 1974, durante la final de la Copa Cabildo Insular de lucha canaria entre Los Guanches y Unión Arinaga. El campo huele a tierra húmeda; los altavoces no funcionan y los focos parpadean. Pero eso no detiene a Los Cochineros: desde un rincón, afinan sus instrumentos y se miran cómplices. Al primer acorde, el público rompe a aplaudir. La música suplió la técnica, y el corazón suplió la electricidad.
“El comienzo y transcurso del encuentro fue animado maravillosamente por el grupo folklórico Los Cochineros de Ingenio, que fue muy del agrado de los espectadores y les premiaron con fuertes aplausos, pese a que no pudieron lucirse bien por no funcionar los altavoces ni los focos.”
Más allá de la anécdota, aquel episodio ilustra lo esencial: la cercanía del grupo con su gente, su disposición a cantar en cualquier rincón y la gratitud sincera de un público que los siente suyos, como guardianes de un fuego colectivo que ilumina generaciones.
Voces desde el presente
Ese mismo fuego arde hoy en las palabras de quienes mantienen viva la llama. “Significa un orgullo llevar la música de Los Cochineros y un respeto profundo, sobre todo por las letras que dan tanta vida al grupo, como la de Semos los Cochi”, explica José Ramón Díaz, actual directivo.
Para él, el secreto de la permanencia está en “respetar siempre las raíces cochineras, sus letras sin modificar nada, su esencia, su tradición y las costumbres de la Villa”.
Con emoción añade: “Los Cochineros no eran solo un grupo musical, sino una familia solidaria. Nos reuníamos no solo para cantar, sino para ayudar a levantar una vivienda, como hicimos con El Chiquero, aquel local de la Avenida de América que construimos entre todos. También nos juntábamos para las labores del campo o para viajar en familia. En definitiva, un gran grupo. Llevamos Ingenio por bandera: cochineros de pura cepa, y nuestras letras lo demuestran”.
A este sentimiento se suma el testimonio de Antonio Parrilla, miembro procedente de Firgas y residente en Ingenio desde hace doce años, quien relata su llegada al grupo: “Lo que más me llamó la atención fue ver a un grupo de gente cotidiana del pueblo que se conocía de vista o de pasada, sin trato alguno, y otros pocos de ellos eran clientes y ni siquiera sabía que pertenecían al grupo. Al escucharlos, sin ser profesionales, me sorprendió mucho. Llegué de Firgas por trabajo. Alguno pasaba por la tienda y me invitaban a pasar por el Chiquero, pues sabían que me gustaba este mundo y que lo practiqué en su día. Me acogieron como si fuera uno más de ellos, como si fuera un hijo del pueblo”.
Lo que mantienen y lo que reinventan
Esta solidaridad y respeto por las raíces se reflejan en las etapas que han marcado su trayectoria. A lo largo de estos años, Los Cochineros han evolucionado de parranda de barrio a conjunto que recorre plazas y teatros, custodios de antiguas coplas y, también, artesanos del presente: grabaciones, discos, proyectos escénicos y la recuperación de aires que parecían lejanos como su trabajo dedicado a los Aires de Lima muestran una agrupación que no se queda en la nostalgia, sino que reinventa la tradición para mantenerla viva y cercana, un faro de innovación arraigada que desafía el olvido.
La fuerza de Los Cochineros radica en esa doble dirección: por una parte, la recuperación del repertorio tradicional folías, malagueñas, tajarastes, seguidillas, isas y demás aires que suenan a mar, a monte y a fiesta y, por otra, la disposición a dialogar con formas cercanas y lejanas. En sus últimos trabajos hay homenajes, arreglos nuevos y una escucha atenta hacia ritmos que han viajado hasta Canarias desde América Latina. Esa mixtura, lejos de diluir la tradición, la hace más resistente y más atractiva para públicos diversos, un tapiz vivo que entreteje historia y vanguardia.
Además, iniciativas como la edición de libros que recuperan la historia del grupo o exposiciones fotográficas y el apoyo institucional para proyectos de luthería y talleres demuestran que Los Cochineros no solo actúan: también cuidan las herramientas y los relatos que mantienen viva la tradición. Esa labor de archivo y transmisión forma parte de su legado imperecedero, un compromiso con la posteridad que asegura que el eco de sus guitarras perdure.
Pero más allá de títulos y fechas, lo esencial son las personas. Familias enteras han pasado por el grupo: quienes comenzaron en los años setenta
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… hoy miran con ternura a los que toman ahora el timón; los jóvenes que se incorporan traen vigor y ganas de experimentar; y la comunidad de Ingenio, tanto como la de fuera, sigue reconociéndolos con ese orgullo que solo se concede a quienes cuidan la memoria común. Esa continuidad es un milagro que combina amor por la música, disciplina y un sentido de pertenencia que no se compra ni se impone: se cría en la conversación, en la plaza, en la repetición paciente de una canción, forjando un lazo indisoluble.
Un reconocimiento merecido
Esa continuidad generacional y ese compromiso inquebrantable recibieron reconocimiento institucional en marzo de 2025, cuando Los Cochineros fueron galardonados con el Ingenio de Oro en los premios de Honores y Distinciones del Ayuntamiento de Ingenio, además de una distinción del Cabildo Insular de Gran Canaria por sus 54 años de trayectoria y su contribución al folclore. Más que medallas, estos honores validan lo que el pueblo ya sabía: que Los Cochineros son patrimonio vivo, custodios de una memoria que trasciende generaciones.
Una invitación: escuchar, mirar, participar
Este lazo se extiende a todos los que deseen unirse, pues leer su historia y ver sus fotografías emociona; escucharlos en directo, más aún. En sus conciertos desde el teatro municipal hasta la plaza del pueblo aflora algo íntimo y colectivo: la canción se convierte en memoria compartida, un pulso que late con la fuerza de un volcán dormido pero vivo.
Si hay algo que hace grande a Los Cochineros es que su música convoca: convoca a los mayores que la vivieron en su plenitud y a los jóvenes que la descubren como algo propio, no impuesto. Para quienes quieran adentrarse: busquen sus discos, asistan a un concierto en Ingenio cuando se anuncie, o lean Ser cochinero, la publicación que rememora su trayectoria y honra a quienes han pasado por la agrupación. Son invitaciones sencillas para entrar en un tejido emocional que atañe a la isla entera, un llamado a unir voces en un coro eterno.
Los Cochineros son más que un nombre en un cartel: son la demostración de que la música popular puede ser latido, archivo y futuro. Que una parranda de vecinos se mantenga viva más de medio siglo no es solo mérito musical: es un acto de fidelidad hacia un lugar, hacia una comunidad y hacia la certeza de que las canciones bien cantadas nos hacen mejores, nos elevan y nos inmortalizan.
Cincuenta años después, sus guitarras siguen sonando como el eco más limpio del alma de Ingenio, un rugido de tradición que conquista el tiempo y enciende el espíritu de Canarias.
Juan Vega Romero
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