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No suelo leer noticias relacionadas con el mundo del fútbol en particular ni con las del mundo del deporte en general, aunque es cierto que me detengo a hojear los titulares, seguramente por mi afición a leer cualquier cosa, y porque me gusta ver los partidos de la Unión Deportiva y los del Madrid, aparte del tenis.
Sin embargo, esta tarde me tropecé con una de esas noticias que me llaman mucho la atención traten de lo que traten. Aparecía en uno de los diarios digitales. Hablaba de Kirian, el jugador de la Unión Deportiva Las Palmas.
Kirian, tras superar otro linfoma: “La sanidad pública, me ha dado la vida dos veces…”
No me pude aguantar, porque era raro tropezar con una noticia sobre un deportista que no sea para destacar su juego, su fama o para hablar de ambas cosas a la vez. Pinché sobre ella y me saltó toda la noticia. La leí con avidez. Reconozco que me impresionó. ¿Cómo no me iba a impresionar ante las palabras tan sinceras y acertadas que volcaba en la entrevista que le hacía el periodista? ¿Cómo iba a pasar por alto todo el miedo, toda la angustia y su valerosa actitud al enfrentarse a la enfermedad? ¿Cómo no iba a detenerme sobre el comentario que hizo de la sanidad pública?
Le preguntaba el periodista sobre su recuperación después de una recaída de su enfermedad la temporada pasada.
Desde que Kirian saltó a los medios de comunicación, no solo por ser un buen jugador, sino por habérsele diagnosticado un linfoma de Hodgkin, me he fijado en él porque tenemos algunas cosas en común.
A mí, como a él, me diagnosticaron un linfoma seis meses más tarde y tuve que pasar el miedo, la angustia y todos los sobresaltos inimaginables ante el diagnóstico de una enfermedad grave, sin contar el viacrucis de las citas médicas, los chequeos, las analíticas y un largo etcétera que te cambian la vida.
Yo no soy una persona famosa ni destaco en el deporte ni en ninguna otra disciplina, pero tengo la formación suficiente que me permite valorar los hechos que ocurren a mi alrededor. Por eso quisiera hacer mías las palabras de Kirian: “Cuando tienes una experiencia tan fuerte, lo primero que se destaca es el desconocimiento de la enfermedad, cómo va a afectar a tu cuerpo el tratamiento y qué va a pasar después. Tienes miedo a lo desconocido y no sabes si podrás aguantar”.
Por si alguien no conoce las circunstancias extradeportivas de Kirian, se las resumo en pocas palabras: le habían diagnosticado un linfoma de Holgkin hace un par de años, del cual se recuperó y le permitió seguir su vida normal, pero a mitad de la pasada temporada tuvo que abandonar el deporte para someterse a nuevo tratamiento, del cual, felizmente, se ha vuelto a recuperar. Es una gran noticia para el mundo del fútbol, para la familia, y para sus amigos y conocidos, pero lo es también para todos aquellos que, como yo, se han visto y se ven en circunstancias análogas.
Como dije, a mí también, como a él, me diagnosticaron un linfoma, aunque de características diferentes, en el mismo año. Pero hay un aspecto que quisiera resaltar que llamó poderosamente mi atención: la rotundidad y el convencimiento con el que Kirian afirmó que la SANIDAD PÚBLICA (la escribo con mayúsculas a propósito) le salvó la vida dos veces, y que no le importaba que Hacienda se quedara con el 47% de sus ingresos, que lo entendía. Las palabras de elogio que dedicó a su hematóloga y a todos los profesionales que lo atendieron dicen mucho de la clase de persona que es este gran jugador.
Kirian también se me adelantó en esto. Mientras pasaba yo los días sometido a unos ciclos de quimio que duraron meses y luego varias sesiones de radio, valoré, más que nunca, nuestro imperfecto pero maravilloso Sistema Sanitario Público. Trataba yo de hacer un cálculo mental de la enorme cantidad de dinero que debía costar cada tratamiento. Por supuesto que nunca pude hacer un cálculo aproximado del mismo. Se me saltaban las lágrimas cada vez que, ya en casa, reflexionaba sobre el trato amable, atento y servicial de mi hematóloga y de mi radióloga (siguen siendo mis heroínas), así como de todos los enfermeros y enfermeras que me atendieron. Soy consciente de que su trabajo con los pacientes no hay forma de pagarlo con dinero: el trato más que amable, la dedicación y continua buena predisposición, el cariño y su enorme delicadeza no podría agradecerlo por más palabras que quisiera expresar a todo nuestro personal sanitario.
La gente que hemos pasado, o que estamos pasando por un proceso como el que narramos nos sentimos profundamente agradecidos a nuestra Sanidad Pública, hasta el punto de que no podemos siquiera oír ni tolerar en nuestra presencia un comentario negativo. Me revuelve la sangre cuando oigo quejas absurdas, o cuando tratan de poner a caldo a estos profesionales por cosas nimias. Sé que nuestro Sistema Sanitario no es perfecto y también que hay mucho que mejorar, sin duda, pero debemos seguir apostando por la Sanidad Pública.
Tenemos que seguir creyendo en ella. Debemos aprender a valorarla más. Recordemos que está al servicio de todos los ciudadanos (este es su gran valor).Tenemos que protegerla, no vaya a ser que la echemos mucho de menos cuando la perdamos, como desearían algunos.
Me satisface enormemente que una persona tan conocida y tan relevante en el mundo del fútbol haya expresado en alta voz lo que muchos opinamos. La gente que cree en la Sanidad Pública y en la Educación Pública le agradecemos profundamente sus palabras.
Espero que siga siendo tan buena persona como lo es como deportista. Sus palabras y sus hechos ya dicen mucho. Deseo que supere para siempre su enfermedad para que nos siga ofreciendo esas maravillosas jugadas que salen de sus pies, aunque, si me dan a elegir, prefiero las que salen de su corazón, expresadas con su verbo fácil y sincero.
Juan Ramón Hernández Valerón
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