LA BRISA DE LA BAHÍA (250). Volver* (I)

El regreso a la ciudad natal despierta recuerdos, temores y la certeza de que el tiempo transforma irremediablemente los lugares y las personas.

Juan Ferrera Gil Lunes, 29 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:

“Me senté a descansar un rato. Había regresado a mi ciudad treinta y seis años después. Demasiado tarde. Incluso las calles parecían caminos de ausencias donde la esperanza se había desvanecido en las nubes casi permanentes del fresco verano. Ahí donde estoy sentado, me puse a recordar, pero el tráfico me distraía con su sonora marcha. Detrás de mí hablaban algunos hombres, pero no reconocía sus voces. Está claro que cuando te vas de los lugares lo más inmediato es el olvido, que sobreviene como un rayo en las noches de tormenta.

 

Aquí estoy deambulando por la que fuera mi ciudad y la noto un tanto triste. Acaso el triste sea yo. La música de los pájaros del ahora Parque Municipal me lleva en volandas a la infancia, pero quiero detenerme en el presente: me gustaría volver a verla. He estado mirando el escaparate de la tienda donde trabajaba de dependienta y no me he atrevido a entrar. Sentía pánico del pasado, de un tiempo que ya no existe y de una mirada que se esconde de la realidad de entonces. He sentido miedo. Miedo de acercarme a ella y decirle lo que un día callé. Pero ahora es distinto. El tiempo lo borra casi todo y esconde lo demás, y nos acobarda. Y mi supuesto valor se ha desvanecido en el aire del parque, susurrando a las palmeras y a los laureles de indias.

 

Lo que sí resultó simpático fue encontrarme con mi primo Tomás. Me puso al día de algunas muertes. Pero llegó un momento en que sus palabras, ininteligibles para mí, sonaban en un idioma extraño y se mezclaban extrañamente con el sabor del café en el bar que fuera de los hermanos Dávila. Luego le rogué que ya no me nombrara a nadie más. Y entonces me di cuenta de que mis ojos percibían un paisaje lejano. Acaso como el de las películas del oeste en el Cine Viejo. Ya nada era igual.

 

Los sitios chicos también cambian.”

 

PD: Solo es un relato provocado por la imagen. Solo eso. Y no pretende más.

*Del libro Las rendijas de la vida, Diego Pun Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 2019.

 

Juan FERRERA GIL

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