Ciencia VS. creencia

María Loreto Gómez Guedes

[Img #9154]La ciencia no tiene respuesta para todo en la vida. Desde la observación, el estudio, el análisis y la investigación se llega a conclusiones que se someten a la discusión y el escrutinio de la comunidad científica. Con este método hemos alcanzado los límites del sistema solar, hemos alargado la esperanza de vida en casi 40 años en el último siglo, se ha erradicado la viruela gracias a las vacunas; la reducción de la mortalidad infantil en los países más desarrollados ha sido muy significativa, enfermedades como el cáncer o el sida son combatidas hasta el punto de que han dejado de ser una sentencia de muerte en un alto porcentaje de los casos.

 

A pesar de ello, nos encontramos habitualmente con personas que, sin ninguna prueba, sin ningún estudio, sin aceptar ningún debate, se convierten en líderes de personas que, carentes de referentes válidos o de sentido crítico, se muestran dispuestos a seguir cualquier teoría que les suene bien.

 

Da lo mismo que aconsejen tomar el sol en las horas de mayor radiación solar sin protección, que propongan tomar lejía para curar el covid, meterse bajo un edredón con una estufa al lado para bajar la fiebre, o dejar de tomar agua o hidratos de carbono para adelgazar, siempre hay gente dispuesta a creer y probar.

 

No escurriré el bulto. Parte del problema es que los sanitarios no hemos sabido ser todo lo creíbles que hace falta, y hemos permitido que el relato sobre la salud pueda escribirlo cualquiera. Tristemente, también se da mucha más visibilidad a los errores o negligencias cuando las comete un profesional que cuando lo hace un “iluminado”, y ocurre lo contrario cuando ante los miles de diagnósticos y tratamientos que salvan vidas hay un número altísimo de personas que mueren o quedan gravemente afectadas por tratamientos o consejos de quienes ejercen por creencia, haciendo bueno el dicho “hace más ruido un árbol cuando cae que un bosque que crece”.

 

También vivimos en una cultura en la que los curanderos, chamanes, yerberos, santeros, etcétera, tienen seguidores que confían más en ellos que en médicos, farmacéuticos, enfermeros, fisioterapeutas o dentistas, en definitiva: sanitarios formados y cualificados.

 

Un ejemplo lo hemos visto esta semana. Anunciar que el uso del paracetamol por las mujeres embarazadas es causa del autismo. La justificación que da es o causal o, simplemente, mentira. Causal porque el que haya más niños autistas ahora que antes puede deberse a demasiados factores que habría que valorar: las limitaciones para el diagnóstico en el pasado, la misma definición de autismo, el uso de pesticidas, los cambios en la alimentación, el incremento en la edad de maternidad y paternidad,... podrían ser causa o no del autismo, pero hasta que no sepamos la causa real de este trastorno, difícil es saber cómo tratar para curarlo. Así, de momento, solo se tratan sus efectos.

 

Por eso es falso que haya cura, como también es falso es que en Cuba no hay autismo. Pocas cosas reconoce el gobierno de la isla caribeña, pero presume de tener clínicas y especialistas con terapias innovadoras para las personas de ese espectro.

 

Y el problema de esto no es solo que las medidas que estos iluminados proponen puedan o no mejorar a un paciente, es el riesgo que supone para la vida de estas personas y de las que están a su cargo.

 

Recomendar que las mujeres embarazadas no tomen un medicamento seguro, con efectos secundarios leves para un mínimo de personas, animando a las madres gestantes a sufrir la fiebre, el dolor o la inflamación como si solo se tratara de una incomodidad, es ocultarles que corren el riesgo de anomalías congénitas, de complicaciones en el embarazo o de aborto espontáneo.

 

Y estos peligrosos consejos, que se presentan como verdad absoluta, los da un economista y un abogado, sin aportar ni un solo dato, un solo estudio o una sola opinión médica.

 

Al final, todo se basa en la creencia o en la ocurrencia, que encuentra resonancia en la ignorancia.

 

Desde todas las modalidades de farmacia, pero especialmente desde la enseñanza, la oficina de farmacia comunitaria y salud pública, estamos acostumbrados a las teorías más peregrinas sobre el cuidado y la salud, pero nunca dejamos de sorprendernos.

 

No voy a ocultar que la ciencia se ha equivocado en múltiples ocasiones, pero tiene la virtud de estar siempre cuestionándose y rectificando.

 

Que la verdad no te estropee un buen titular es una mala máxima del periodismo, pero es un pésimo consejo para la salud. La creencia es una lotería; el método científico es fruto del estudio, la comprobación y el debate, y aquí, cada cual debe decidir si quiere jugar con su salud.

 

María Loreto Gómez Guedes

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