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Su corazón, su podredumbre humana lo impelen a hacer un desierto de Gaza, porque así es adentro como es afuera. Destruir, arrasar, eliminar, perseguir, matar de hambre, IMPONER LA NADA desde la nada. Los gazatíes desaparecerán en el desierto fabricado por las bombas israelíes arrastrando el trauma transgeneracional de la eliminación y la humillación, del olvido de Europa y del mundo.
Han arrasado su tierra y ahora van a por sus vidas. El ángel exterminador levanta sin misericordia su espada, blandiendo su sionismo ultranacionalista y xenófobo, un sionismo que no es religioso, que es político, colonialista e imperialista. No fue suficiente con las migraciones ilegales o la creación posterior del estado de Israel con el desacuerdo árabe y el beneplácito de Europa. El estado de Israel se funda desde la violencia de lo ocupado que comienza a escribir la necrológica de un pueblo y en la neurótica defensa posterior de un estado erigido en tierra de otros. Como iba a ser si no. Incipit tragedia.
Traer aquí aquella cita del Talmud, y que Steven Spielberg usó tan acertadamente en La Lista de Schindler, es inevitable: “Quien salva una vida salva al mundo entero”. Su mensaje resulta atronador en estos momentos, porque trae la contradicción humana agarrada a su caligrafía, porque suena como un eco que nos devuelve nuestra propia imagen.
Netanyahu no solo está asesinando a miles seres humanos ante la mirada de todos, sino que está aniquilando lo que hay de humano en nosotros, lo que nos habita dentro, lo que nos sacude desde un lugar muy profundo de manera insoportable; como bombardear un hospital pediátrico, o apostar francotiradores en los hospitales destruidos para evitar que los heridos se acerquen buscando ayuda.
¿Y te importan unas cuantas bicicletas o el boicot a un festival de música? La psicopatía carece de vergüenza porque no hay conciencia que mueva nada dentro del cráneo. Qué poca talla política supone ser incapaz de pronunciar la palabra genocidio, qué poca altura moral. Puede que el tiempo los haga avergonzarse, pero ya será demasiado tarde. Como aquel innombrable presidente del trío de las Azores, quien no se azoró ni reculó cuando el resto de presidentes involucrados admitieron la gran mentira que forjó la guerra de Irak. Habría que tener mucha dignidad y ahogar al ego en la acequia para aceptar que mintió como un canalla. Luego lo volvería a hacer…
Mientras tanto, este primer ministro de la guerra espera su juicio por corrupción y el negocio de las armas Israelíes continua con su maquinaria muy bien engrasada. Compren con toda confianza. Son armas garantizadas, probadas en combate.
Probablemente, esta que escribe, corra el riesgo de que sus palabras puedan ser tachadas de antisemitas. Ese es el argumento del gobierno de Israel y sus acólitos. Tachar de antisemitismo a quien denuncia su genocidio, generando el peligro de que nos coloquen en ese oscuro lugar. Y desde la culpa y la venganza construyen el argumentario que se escucha como un cacareo ignorante, un lugar común que hay que desmontar de manera muy clara.
En primer lugar, no existe el antisemitismo si con esto entendemos que es algo contra el pueblo judío, puesto que los palestinos son un pueblo semita, por lo tanto es un concepto erróneo, hablaríamos en todo caso de antijudaísmo.
Por otro lado, criticar un gobierno como el de Netanyahu no te convierte en un crítico contra un pueblo, una religión o una civilización. Podemos criticar a Enmanuel Macron y nadie nos llamaría antifranceses por ello. En este contexto no deja de extrañarme las declaraciones que he escuchado al principal líder de la oposición quien afirma que, ante esta situación, hay que ser ecuánime. ¿Ecuánime? ¿Quiere decir usted equilibrado, imparcial? ¡No! En este momento hay que tomar partido. No se puede comparar continuamente a Hamás con lo que está haciendo Israel. No podemos seguir jugando más a esto.
Hamás es un grupo terrorista, execrable, y hay que condenar con rotundidad lo que hace, pero no podemos admitir que Israel, que se declara la única democracia del planeta, también pueda violar el derecho internacional, adoptar las mismas acciones violentas que un grupo terrorista y que esto no tenga consecuencias. No, a un estado hay que exigirle que se ajuste al Derecho Internacional y si no lo hace, habrá que tomar medidas de reacción.
Desgraciadamente, hasta ahora, la comunidad internacional en su conjunto, los gobiernos nacionales, (afortunadamente España ha movido ficha, aunque tarde), y las instituciones supranacionales no lo están haciendo y es la sociedad civil la que se está manifestando de forma más clara. Esto lo que demuestra no es ningún tipo de antijudaísmo, lo que demuestra es lo inadmisible de una conducta que supone la violación sistemática del derecho Internacional, de las normas más básicas de la guerra, de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario.
Si a todo esto debemos responder de manera ecuánime, no sé en qué momento habrá que actuar contra el que está cometiendo estas violaciones. Nos piden que permanezcamos quietos, a modo de columna griega que decora, no sea que nos estemos entrenando para pensar y practicar la desobediencia civil.
Sobre la mesa, la propuesta de la retirada de las tropas de la franja Gaza, pero Israel ha dicho que no e intenta matar al equipo negociador de Hamás. Envía un mensaje de que Qatar queda anulado como intermediario en la negociación, era muy blando, y se anula cualquier posibilidad de acuerdo. La guerra no termina y las medidas siguen siendo tibias.
Hoy ya no hay lugar en el sur de la franja de Gaza al que desplazarse, no hay emplazamiento donde colocar una simple tienda de campaña, no quedan sitios donde refugiarse ni hospitales a los que acudir. Se sobrevive en la desolación de la intemperie. Nadie puede entender qué significa un desplazamiento en la franja. Todos están en la calle. No hay opciones. ¿Hacia donde puede ir la gente?; ¿qué tienen que hacer?; ¿deben dejarse morir?
Más de 700 días cercados por la muerte, abandonados, desahuciados de la vida. ¿Hasta cuándo? El ángel exterminador responde: Hasta que ya no quede nada, hasta que ya no quede nadie.
Lola Sosa
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