LA BRISA DE LA BAHÍA (247). Subir a la Montaña

La costumbre de ascender la Montaña de Arucas, antaño parte esencial de las fiestas y la vida local, se desvanece ante los cambios sociales y el paso del tiempo.

Juan Ferrera Gil Lunes, 08 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:
Vista desde la Montaña. Juan FERRERA GILVista desde la Montaña. Juan FERRERA GIL

Subir a la Montaña de Arucas, apenas dos kilómetros, supone unirse a una tradición que la gente del lugar ha ido perdiendo paulatinamente: son otras las costumbres, que nunca se eternizan. Incluso en las Fiestas de antaño había un acto que consistía en la Jira a la Montaña, donde se disfrutaba un ambiente de sonrisas continuas y recurrentes canciones del momento. Incluso llegó la Jira hasta otros barrios, que antes, la verdad, se situaban más alejados del casco.

 

En los últimos tiempos, y por diversas razones, se ha acabado con esa peculiar forma de sentir. Todo cambia. Ya solo la practican algunas personas e incluso el que esto escribe ya no se prodiga tanto en sus caminatas. Tal vez porque el subir requiere un mayor esfuerzo que no todos estamos dispuestos a realizar, pero el bajar se hace sin carga alguna; incluso llegamos antes a las calles de toda la vida. Además de recuperar el paisaje de siempre, podemos apreciar cómo la visión de Arucas ha sufrido cambios: más casas, menos agricultura y nuevas carreteras representan un buen ejemplo de ello. Sin embargo, el silencio que reina en las mañanas nubladas, donde el alisio es una especie de bendición, y el carácter omnisciente de la subida, que crece a medida que avanzamos, denotan una mirada distinta que viene a encajar con los narradores de algunos libros, siempre tan sorprendentes y únicos que muestra la habilidad extraordinaria del escritor. Es lo que tiene el caminar: va dejando huellas plasmadas en imágenes conocidas y siempre tan exclusivas. Por eso leer entre líneas está bien: viene a significar algo así como que nos sentimos conscientes y protagonistas verdaderos de una aventura. Ignoramos si tiene que ver con los lejanos y misteriosos mares del Sur, pero por ahí andará la cosa.

 

En cualquier caso, lo relevante es que el ejercicio se ha ido perdiendo y de vez en cuando nos tropezamos con Mari Carmen que, aunque no es aruquense, la conocimos hace un porrón de años cuando estudiaba en la vecina localidad de Moya. Ahora vive en nuestra ciudad y no sé si sabe el valor que encierra el subir a la Montaña; es más, como hace tiempo que no la veo me pregunto si todavía la sigue practicando: no es solo un ejercicio más con el que nos sentimos que adelgazamos o, al menos, nos mantenemos en forma, sino que todo obedece a una actitud que el paso del tiempo ha ido modificando. Como siempre ha sido. Como, inevitablemente, siempre será.

 

Por eso el subir a la Montaña es poco menos que declarar una variada gama de intenciones sanas, sinceras y verdaderas. Así, al menos, percibimos esa sensación.

 

Juan FERRERA GIL

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