Foto: Juan FERRERA GILEl otro día me tropecé, agradablemente, eso sí, con Antonio Machado en Baeza.
Se encontraba sentado en su banco y leyendo. Fue un apasionado lector. O eso quiero imaginar. Allí llegó huyendo del dolor y en la que una tierra llena de olivos le brindó su protección y avivó sus ganas de superación. Por eso, cuando días atrás lo contemplamos leyendo en su banco de Baeza, pensamos que no solo el viaje había valido la pena, sino que su grata presencia llega mucho más allá del aula donde impartió clases y de los nombres relacionados con su figura. Aquí descubrimos a un Machado distinto, lleno de vida a pesar del dolor por la muerte de su joven esposa y unas palabras sinceras que aún resuenan en nuestra imaginación: el disfrutar del lugar en que vivió es todo un acontecimiento.
Sí, un feliz reencuentro.
Juan FERRERA GIL

































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