
Si hay algo que me repiten los padres y madres en cada taller es: “no tengo tiempo”.
Tiempo para jugar, tiempo para escuchar, tiempo para acompañar…
Y si, la vida va rápido, las tareas se acumulan y pareciera que los días se quedan cortos.
Pero ahora piensa esto: ¿Qué pasa en una pareja cuando nunca hay un momento a solas? ¿Qué pasa cuando la vida juntos se reduce a hacer las tareas y compromisos diarios? ¿Qué pasa cuando no hay un plan romántico, una escapada a solas?… Pues que la relación se enfría, la conexión se pierde y lo único que queda son las rutinas.
Con los hijos funciona igual. El vínculo no se alimenta solo con deberes, duchas y cenas.
Y justo por eso, el tiempo especial se convierte en una herramientas muy potentes de la Disciplina Positiva.
El tiempo especial es ese ratito que no necesita ser largo, pero sí necesita ser tuyo y suyo. Exclusivo. Sin distracciones, sin prisas, sin “espera que contesto un WhatsApp”.
Se trata de dedicar un tiempo intencional, en el que tu hijo sienta que tú estás ahí, presente y disponible, solo para él.
Es tiempo para conectar, disfrutar y pertenecer.
¿Por qué es tan importante?
Porque cuando los niños sienten conexión, no necesitan llamar la atención con lo que, a tu juicio, son “malos comportamientos”.
Porque el tiempo especial llena su “tanque emocional”: esa reserva interna que les permite cooperar, confiar y sentirse vistos.
Porque a los ojos de tu hijo, 15 minutos de tu atención plena, valen más que una hora juntos en la que tú estás con el móvil en la mano.
¿Y cómo se hace eso en la práctica?
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Dedica un tiempo planificado y regular para estar con tu hijo de manera consciente y plena. Puede durar 15 minutos al día o 1 hora a la semana, según su edad y tu disponibilidad.
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Debe ser predecible y exclusivo. No vale “ya jugamos cuando se pueda”. Tu hijo debe saber qué momento del día es exclusivo para él (los 20 min antes de dormir que leen el cuento, los 15 min entre la ducha y la cena que juegan a algo que él elija…) Predecible y exclusivo.
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Con un solo hijo a la vez, sin hermanos ni pantallas de por medio.
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Él elige la actividad: jugar a las cartas, disfrazarse, leer un cuento, cocinar, construir, hablar… lo que quiera.
¿Y si hoy no se puede?
Intenta que se pueda.
Y si no se puede, que sea algo puntual...porque si no, tendremos una excusa diaria para que no se pueda.
Porque la vida va rápido, y el día a día nos come. Hay que hacer un poder.
Pero ese día que no pudimos dedicar 20 minutos de nuestro tiempo a estar en exclusiva con nuestro hijo… por lo menos ponemos intención y consciencia. Quiero decir...Si tu hijo quiere enseñarte su dibujo, deja el móvil a un lado y escúchale con entusiasmo.
Lo importante no es qué haces, sino cómo lo vives.
Según la edad, algunas ideas:
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Menores de 2 años: cualquier actividad compartida ya es tiempo especial. Cantarle, mecerle, jugar en el suelo. A esa edad no necesitan “el rato aparte”, porque cada momento contigo es especial.
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De 2 a 6 años: dedica mínimo 15-20 minutos diarios (y si puedes más, mejor). Lo importante es que elijan ellos qué hacer: leer, pintar, jugar a las tiendas…
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De 7 a 12 años: aquí funciona bien un momento semanal más largo. Puede ser un desayuno juntos, acompañarle a su entrenamiento y quedarse a tomar algo después, una tarde de juegos de mesa.
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Adolescentes: una vez al mes. No necesitan (ni quieren) que estés encima, pero sí que estés disponible y abierto. Una comida juntos, salir a caminar, escuchar música, ver una serie. Ellos lo notan aunque no lo digan.
El tiempo especial
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No es ayudarle con los deberes.
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No es llevarle en coche al cole.
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No es estar juntos cada uno con una pantalla.
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No es “jugar mientras cocino” con la mente puesta en que no se te queme la cena.
Eso también es tiempo compartido, sí, pero no tiempo especial.
Cuando tu hijo sabe que tendrá su ratito contigo, le transmite: “eres importante para mí, me gusta estar contigo” y no necesita reclamar atención con rabietas o conductas desafiantes.
Y lo mejor: no hay que hacer nada extraordinario. A veces un niño es feliz solo con que le mires mientras arma un puzzle, y un adolescente con que te sientes a escuchar la canción que le obsesiona.
No se trata de tener más tiempo, sino de decidir cómo usamos el que ya tenemos. Porque para tu hijo (y para la relación contigo), esos minutos valen oro.
Grábate ésto: Tu hijo no solo es alguien a quien educar y corregir, también es alguien con quien disfrutar.
¿Seguimos caminando juntas hacia una crianza más consciente?
Una semana. Una herramienta.
Un paso más hacia la crianza que deseas.
Haridian Suárez
Trabajadora social y Educadora de Disciplina Positiva (@criarconemocion)
































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