Mosaico

Quico Espino

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O tal vez  podría decirse que es un collage de fotos lo que hizo mi amigo François, nacido en Bretaña y residente en Londres, por donde suele pasear a menudo mirando al Támesis y sacando fotos que generalmente me envía para que yo escriba artículos sobre museos, calles, exposiciones, murales, jardines, parques, etcétera, por lo cual, aparte del cariño que le tengo, le estoy muy agradecido, pues, como dice el refrán, es cosa de bien nacido.
 
En Notting Hill, un barrio cosmopolita y multicultural situado al oeste de Londres, sacó de entrada una instantánea de una pareja caminando ante una tienda llamada Lovers lane (carril de los amantes).
 
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Le gustó el nombre del bazar, al igual que los dos flamencos de la entrada. Me dijo que le dieron ganas de echarse un zapateado andaluz, al estilo de Joaquín Cortés.   

 

Así mismo le atrajo, en Portobello, la fachada que daba para dos calles del restaurante Ukai, que antes había sido un pub, en especial el graffiti realizado por Fin Dac, justo encima del nombre del local,

 

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… y el ambiente relajado que se respiraba entre la gente que había en la calle, que tiene toda la pinta de ser peatonal.

 

En la tercera foto vemos el exterior de un edificio con un montón de ventanas, cincelado por un artista portugués llamado Vhils, el cual realiza diversas labores con el taladro para luego conformar un montaje en las paredes del inmueble, dotándolo de gran originalidad.

 

Después de varias fotografías con típicas entradas a las casas del barrio y el exterior de una cafetería, a la que entra una mujer con falda blanca, saltamos de Notting Hill a Chelsea, a la pintura de un artista chino, de nombre Zeng Chuanxing, titulada “Red paper bride” (novia de papel rojo), en la que mi amigo aparece sacando la foto del escaparate, donde se refleja su imagen, algo que le atrae mucho y que en inglés se dice “vitrine selfie”.

 

[Img #31300]

 

En las siguientes láminas tenemos un mural de Vivienne Westwood, un libro de la Galería Nacional con un precioso jarrón de flores coloridas en la vitrina de la tienda Taschen, tres conejos de bronce de Sophie Ryder bailando en una terraza y, en la última foto del mosaico, aparecen el hermano de mi amigo, Jean, junto a su cuñada, Severine, esperando el metro en Barons Court. No hace mucho estuvieron de visita por Londres y, unos años atrás, vinieron a Lanzarote, donde me reuní con ellos. En el Jardín del Cactus de Guatiza, término municipal de Teguise, les saqué la siguiente foto, con sus hijas Jade y Ambre (Jade y Ámbar),

 

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… de las cuales me sentí tío putativo, por no decir abuelo, pues, sin lugar a dudas, ya podía haberlo sido. Tanto con ellas como con sus padres tuve una muy buena relación.

 

Durante ese viaje, de paso por el pueblo de Yaiza, al sur de la isla, ocurrió un incidente que se quedó grabado en la memoria de todos, en especial teniendo en cuenta que la noche anterior, en la playa de Famara, después de la cena, habíamos estado hablando, entre risas, de los nombres que, en español, se le da al sexo, ya sea femenino o masculino, y resaltamos “pinga” en los hombres y “chocho” en las mujeres como las palabras más usuales. Ellos, que hablaban poco en castellano, aclararon, sin embargo, que “pingo” significa “gota” en portugués y que “pinga” era una bebida refrescante brasileña, como puede ser la caipiriña. 

 

Después, por hache o por be, cambiamos de conversación y no hablamos más de los conceptos que relacionábamos con el sexo. Pero resulta que al día siguiente, en Yaiza accedimos a un bar, situado en la misma carretera general, donde, de entrada, para picar, nos pusieron un cuenco de chochos con sal gorda, bien pronunciado por la camarera, que luego añadió, ante la risa general de todos nosotros, la palabra altramuces.

 

Casi nos reventamos de la risa, con los ojos llorosos, soltando unas carcajadas escandalosas. Y ya relajados, con la barriguita llena, hablamos de los viajes, de lo que se aprende metiéndote en el lugar que visitas, no visto desde afuera, con ojos de turista, sino involucrándote, entrando en sus costumbres, su actitud frente al mundo, su gastronomía, su historia, su cultura en una palabra, gozando de buenas relaciones allá donde fuéramos.  Y todos llegamos a la misma conclusión: es bueno  tener amigas y amigos hasta en el infierno.

 

Texto: Quico Espino

Información y fotos de François Hamel y Quico Espino

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