
El hecho mismo de vestir al mismo tiempo traje caro y gorra ligera, algo muy frecuente en el presidente norteamericano, viene a significar dos cosas: o vas de caminata, por aquello de los kilos de más, o asistes a un evento que necesita de la parafernalia de romper con la mala educación en el vestir.
Las actitudes de hoy ya se disfrazan: el susodicho presidente, que no lee nunca, ni siquiera la Historia más reciente de su propio país, cree descubrir una nueva interpretación de la realidad: la misma que el de Israel; el ínclito primer ministro que ataca a los civiles desarmados y no respeta hospitales, ni escuelas, ni las colas del hambre: así se escribe la Historia. Las diferencias entre uno y otro se simbolizan en la gorra: un ejemplo de publicidad más del que algunos yankis copiarán en su intento de emular comportamientos recurrentes de los ricos: no se puede gobernar un país como si fuera una empresa, más que nada porque se diluyen las fronteras, como es el caso, entre el negocio privado y la política general. Ahí lo tienen: el hecho de que el mandatario norteamericano confunda el Despacho Oval con una Concesionaria de Coches es más que un síntoma que habría saltado por los aires mediáticos si fuera otro, por ejemplo, del Partido Demócrata quien lo hubiera hecho. Pero una cosa es una cosa y otra, muy distinta, “la paja en el ojo ajeno”.
Que vivimos tiempos raros y convulsos es una realidad que ya no nos extraña. Ni, por supuesto, compartimos, donde una cosa y la contraria confluyen a la vez: si no es juana será la hermana. Y así nos va: confundiendo un completo traje carísimo con una gorra de medio pelo que solo sirve para disimular las incipientes calvas de algunos mandatarios. Y, también, disimula las cabezas duras y difíciles de complacer, donde la palabra dada ya no posee valor alguno. Más que nada porque la confusión entre ambas es tanta que difícilmente se puede superar tanta incoherencia. Pero, gracias a los influencers, la incoherencia se ha convertido en la nueva coherencia, donde todo o casi todo se divisa desde una nueva perspectiva en la que la desfachatez, el odio y el racismo adquieren un nuevo tono.
¡¡Dios mío, qué tiempos estos!! Así se produce que un siniestro personaje como Netanyahu proponga a Trump para el Premio Nobel de la Paz.
¡¡Sí, tiempos rarísimos!!
PD: que las negociaciones que Europa ha mantenido con el autoritario presidente de EE.UU. vienen a indicar que el lugar elegido, un campo de golf propiedad del mandatario norteamericano en Escocia, es otra muestra más de su desagradable puesta en escena. Y el que lo quiera coger, que lo coja.
Juan FERRERA GIL
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