
La charla, tan llena de palabras más o menos recurrentes, que muestra la imagen sucedió un día soleado del mes de diciembre pasado. No sabemos ni de sus metáforas ni de hipérboles sobrevenidas.
No hay nada como pararse en la plaza de la ciudad y ver pasar a la gente. De repente descubrimos que conocemos a más personas de las que creíamos. Y todas ellas con sus espaldas llenas de asuntos variados, más o menos urgentes y, sobre todo, sugerentes. Pero a nosotros lo que nos llama la atención es la distendida charla que hasta hace bien poco se producía a tres voces. No sabemos de qué hablaban, desconocemos a qué se referían. Da igual. Tanto el escenario como los personajes discernían atentamente. Y lo mejor de todo: se escuchaban.
Cuando pasamos a su lado, interrumpieron la conversación y saludaron.
Juan FERRERA GIL
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