Microrrelatos. Otra de OVNIS

Un encuentro inesperado con un objeto luminoso altera la rutina de tres mujeres en las frías madrugadas rurales de los años setenta.

Juana Moreno Molina Lunes, 28 de Julio de 2025 Tiempo de lectura:
Imagen de la ermita de san Marcos en la Vega Mayor de GáldarImagen de la ermita de san Marcos en la Vega Mayor de Gáldar

Todavía no amanecía cuando las dos muchachas bajaban la cuesta de Los Silos, cargando las pesadas lecheras a la cabeza. Iban a trompicones alumbradas solo con la poca luz de la luna, calladas y atentas al camino. Eran dos hermanas de apenas 17 y 19 años y, desde hacía algunos, tenían la misión de bajar todos los días la leche que producía las vacas de su padre hasta el barranco de Anzo, donde esperarían a la cuba de la Coagro. 

 

Cerca del Farragú se encontrarían con Elisita, la cual también bajaría con su lechera a la cabeza. Esta entrañable mujer tenía su finca por los alrededores, y su compañía, en las oscuras y frías mañanas, les daba mucha confianza. Las muchachas Iban calladas y preocupadas, recordando las inquietante noticias que hacía días circulaban por todas partes, y deseaban encontrarse con ella para comentarlas. 

 

Elisita las esperaba, como siempre, en el linde del camino con la lechera colmada de leche recién ordeñada, aún tibia, que descansaba a su vera. Las tres juntas bajaron la cuesta todavía sin despuntar el día. 

 

Con palabras atropelladas las muchachas contaron a Elisita las apariciones que mucha gente decían haber observado, allá por Piso Firme, de unos objetos de otro mundo. Elisita, que ya sabía de esas noticias, las tranquilizó quitándole importancia y dudando de su veracidad para no asustarlas.
 

Al llegar a la zona de San Marcos, aún a oscuras, vieron un gran resplandor acercándose por el barranquillo: era “una cosa” , como ellas decían, que refulgía más que el sol y del tamaño de un coche chico. Se pararon sobrecogidas al ver la inquietante aparición. Las muchachas, desaladas, emitían callados ayes, mientras Elisita las calmaba diciéndoles que taparan las lecheras con sus faldas por temor a que su refulgir las delatara. Observaron dentro de ese artilugio resplandeciente, que volaba silencioso y lentamente a pocos metros del fondo del barranco, dos seres sentados ataviados con vestimentas blancas y muy altos de cintura para arriba. 

 

Fue cuestión de milésimas de segundos su desaparición. Las tres mujeres se quedaron en suspenso unos minutos, dudando de la visión, y emprendieron el camino aún en shock con las lecheras a la cabeza, que les parecieron más pesadas que nunca. Llegando a la esquina de la ermita de San Marcos, fue a su encuentro el pastor de cabras, mastro José, siempre con su rebaño a esa hora temprana por los alrededores del barranco, que les preguntó, con cierto júbilo, pasando con la lengua el virginio de un lado a otro de la boca, si ellas habían visto el “jonni”(OVNI) como si los avistamientos fueran la cosa más natural y cotidiana. 

 

Corrían aquellos años setenta del pasado siglo.

 

Texto e imagen: Juana Moreno Molina

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