Foto: Juan FERRERA GILEl pasado viernes, 18 de julio, ha muerto un escritor solvente y apreciado desde la distancia: José María Guelbenzu. Y me he sentido un poco más solo, como desprotegido. Acostumbrado como estaba a sus recomendaciones, esperaba ya la siguiente. Que desconocemos si está escrita o no, pero sí sé que será la última. Y eso es muy triste.
Además de escribir extraordinarias obras (dicen las crónicas que empezó con la poesía y después con la novela negra, que él denominó de “crimen y misterio”), también dedicaba su tiempo a la crítica literaria: era un lector empedernido. Sus reseñas las consideraba primordiales para el que esto escribe. Coincidía mucho con su opinión, siempre respetuosa y sincera. Ya no tengo quién me aconseje en este mar de escritores que son y fueron. Gracias a él he descubierto a muchos y variados autores de los que ya he perdido la cuenta. ¡Qué pena tan grande!
Su última novela, Una gota de afecto, Siruela Nuevos Tiempos, Madrid, 2025, me ha dejado traspuesto pues se ha empeñado en escribir como correspondía al siglo XIX. Y a mí, la verdad, eso me gusta y me agrada: que te lleven en volandas por el aire trasnochado de la buena Literatura no solo es una obviedad impagable en estos tiempos asirocados, sino que, además, se convierten en una experiencia única y diferente. Ya sé que tengo el gusto escachado, pero son tantos los que bebemos de sus fuentes que no sé qué va a ser de nosotros al sentir la orfandad de sus reseñas en Babelia, suplemento cultural de EL PAÍS, desde el que cada sábado se asomaba como si una ventana fuera: es verdad que se tomaba su tiempo; por otro lado, como debe ser. Sentir que ya no leeremos más sus crónicas y comentarios es una auténtica desgracia. El libro de la semana: sección que, en ocasiones, encabezaba queda ahora descolgado, como cojo en ese rincón de Babelia. Y eso es otro infortunio que estamos dispuestos a llevar siempre encima.
Me he comprado los libros que sugería, y no solo he coincidido con él, sino que, al mismo tiempo, ha logrado abrirme la mente y comprender que hay muchas maneras de decir las cosas y de estar, además, en el mundo. Esta fórmula abierta y única, llamada estilo, es lo que llevó a cabo en la última novela antes mencionada. Su honradez y claridad expositiva se echará de menos no solo en Babelia, que también, sino en el mundo literario en el que vivía y desde el que lograba trascender a través de las líneas escritas. Porque José María Guelbenzu amaba, por encima de todo, la Literatura. Nunca lo conocí, nunca lo traté. Pero da igual. Su ausencia será tan significativa que desde estas páginas de Infonortedigital.com, que proporcionan credibilidad a nuestras creencias, sentiremos no solo la orfandad, sino la tristeza por haberse ido: madrugó temprano la madrugada. Es cierto que habitará otros mundos, pero para los que nos quedamos en éste su pérdida será una ausencia tan añorada que desde este mismo instante ya lo empezamos a echar de menos. ¡Qué pena tan grande! Sí, ya sé que antes lo dije, pero es ahora precisamente, al poner negro sobre blanco, el momento en que me percato de que siempre estaba ahí.
Y una última consideración: desconocemos si escribió la novela de nuestro tiempo, como sostiene José Carlos Mainer en EL PAÍS, a tenor de su última publicación. Hasta ahí no llegamos, limitados que somos, pero sí sabemos que sus palabras nos resultan imprescindibles para seguir viviendo. Y no solo literariamente.
PD: en el Babelia del sábado 19 de julio se publicó la última recomendación de Guelbenzu. Siempre fiel a la cita.
Juan FERRERA GIL































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