Gente normal

Javier Estévez

[Img #6052]Hay historias que nos desarman no por lo que cuentan, sino por cómo nos reconocemos en ellas. "Normal People", serie basada en la novela homónima de Sally Rooney, es una de esas obras que funciona como un espejo despiadado: nos muestra que, sin importar la edad que tengamos, seguimos siendo adolescentes torpes cuando se trata del amor, de entendernos a nosotros mismos, de decir lo que realmente sentimos.

 

¿Por qué gastamos tanto de nuestras vidas buscándonos? La pregunta surge inevitable al seguir a Marianne y Connell en su danza de encuentros y desencuentros. La respuesta, quizás, radica en que la identidad no es un tesoro escondido que encontramos una vez y guardamos para siempre. Somos seres en perpetuo movimiento, moldeados por cada mirada que nos devuelve el mundo, por cada voz que nos habla, por cada silencio que nos abraza o nos rechaza. Nos buscamos en lo que hacemos porque nuestras acciones son el lenguaje con el que le hablamos al mundo. Nos buscamos en lo que soñamos porque los sueños son la cartografía de nuestros deseos más profundos. Nos buscamos en lo que decimos porque las palabras son puentes hacia los otros, y es en esa conexión donde descubrimos quiénes somos realmente.

 

Marianne y Connell son perfectos ejemplos de esta búsqueda constante. Cada uno ve aspectos diferentes de sí mismo reflejados en el otro. Marianne encuentra en la mirada de Connell una versión de sí misma digna de amor, libre de la toxicidad que ha interiorizado. Connell descubre en el amor incondicional de Marianne la confianza para brillar, para perseguir sus sueños sin disculparse por su talento. Vivimos en relación con otros porque no existimos en el vacío. Necesitamos esos espejos externos para entender quiénes somos realmente. El amor verdadero no es sólo sentimiento; es reconocimiento mutuo, es verse reflejado en ojos que nos comprenden. Es encontrar en el otro una versión de nosotros mismos que no sabíamos que existía.

 

La relación entre Marianne y Connell trasciende la típica historia de amor juvenil porque captura algo universal sobre la intimidad humana: esa torpeza fundamental que nos acompaña a cualquier edad, esa dificultad para articular lo que realmente sentimos, la manera en que, sin querer, herimos a quien más queremos. Lenny Abrahamson y Hettie Macdonald, directores de la serie, saben cómo hablamos realmente cuando las emociones están a flor de piel. Sus diálogos suenan completamente naturales pero están cargados de subtexto. Como cuando Connell pregunta "Estarías bien sin mí, ¿verdad?" y Marianne responde "Estaré bien". En esas pocas palabras hay toda una conversación sobre el amor, el miedo al abandono, la autonomía emocional y la madurez de reconocer que amar no es poseer.

 

"Normal People" nos conduce hacia una comprensión devastadoramente hermosa: que el amor más profundo a veces se manifiesta en la capacidad de soltar. De dejar ir. A lo largo de su historia, Marianne y Connell nos enseñan que existe un tipo de amor maduro que prioriza el crecimiento del otro por encima del deseo de posesión. Un amor que no nace del miedo a la pérdida, sino de la comprensión profunda de que amar genuinamente significa querer la felicidad del otro, incluso cuando esa felicidad pueda llevarnos por caminos diferentes. Esta comprensión no representa sacrificio; es libertad. Es el reconocimiento de que el amor verdadero no nos reduce, sino que nos expande.

 

La cinematografía de la serie añade otra capa de significado. Esa luz plomiza irlandesa, esos paisajes melancólicos, esos interiores íntimos se convierten en el lienzo perfecto para esta historia. Es como si el amor tuviera que nacer a pesar del entorno gris, o tal vez precisamente por él. Hay algo en esa atmósfera que hace que los momentos de conexión humana brillen más, que se sientan más preciosos y frágiles. Irlanda se convierte en un lugar donde las emociones se viven sin adornos, sin escapatoria, donde la naturaleza misma parece recordarnos constantemente la bellezay la fragilidad de lo que estamos viviendo.

 

Al final, "Normal People" no es una historia de amor juvenil. Es una historia de adultos disfrazados de jóvenes, porque sin importar que tengamos cuarenta, cincuenta o sesenta años, seguimos comportándonos como Marianne y Connell cuando se trata del amor. Seguimos siendo torpes, seguimos buscándonos, seguimos aprendiendo a amar sin destruirnos en el proceso. La serie nos recuerda que la madurez emocional no llega automáticamente con la edad. Se conquista día a día, relación a relación, error tras error, hasta que finalmente aprendemos que el amor verdadero no es fusión, sino encuentro. No es perderse en el otro, sino encontrarse a través del otro.

 

En un mundo que aún confunde amor con posesión, "Normal People" nos susurra una verdad diferente: que el amor más profundo es aquel que nos permite ser, que nos da permiso para crecer, que nos ama lo suficiente como para dejarnos ir cuando es necesario. Y tal vez, al final, esa sea la única búsqueda que realmente importa: aprender a amarnos lo suficiente como para permitir que otros nos amen de la misma manera.

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